La preocupante situación del Real Zaragoza va más allá de la clasificación. Instalado en la zona media de la tabla, la mediocridad que el conjunto aragonés exhibe sobre el césped ha dilapidado de un plumazo la confianza que transmitía al comienzo de la temporada. El Zaragoza ya no es aquel de Oviedo. Apenas ha pasado un mes desde entonces, pero parece una eternidad. Porque el equipo ha emprendido una caída en barrena a la que Imanol Idiakez no ha sabido poner freno. Con ocho jornadas disputadas, es decir, apenas una quinta parte del recorrido total, el Real Zaragoza actual solo transmite dudas. También su entrenador, desnortado e incapaz de encontrar soluciones para revertir la inquietante dinámica de fútbol y resultados.

El Zaragoza no funciona ni por delante ni por detrás. Ni en casa ni fuera. Ni con unos ni con otros. Ni con balón ni sin él. Parece hora, pues, de acometer los cambios necesarios. De nombres, de dibujo o, como todo hace indicar, de ambas cosas. Hay tiempo, pero los primeros ya están lejos y fiarlo todo a una segunda vuelta como la de la pasada campaña se antoja un ejercicio de excesiva osadía.

Los números dicen que el Zaragoza lleva camino de repetir la histórica primera vuelta del curso pasado, cuando, con apenas 24 puntos, el equipo entonces dirigido por Natxo González completó la peor ronda de su historia en Segunda. La actual no es mucho mejor. Idiakez solo ha sumado un punto más (10) que a estas alturas del año pasado (9), lo que conlleva una progresión de 26 puntos al concluir la primera mitad de la campaña. Todo es tan similar que da miedo. Con Natxo, el Zaragoza también había ganado solo dos partidos, aunque había empatado uno menos y perdido uno más (3). Marcó un gol menos (10) que ahora y encajó los mismos (9).

Idiakez no encuentra la senda. Ha utilizado a los cuatro centrales de la plantilla y ha probado con todas las combinaciones posibles, pero sigue sin encontrar la pareja ideal. Verdasca parece titular fijo pero no tiene acompañante definido . Ahora es Perone, antes Grippo y, mientras, Álex Muñoz, el que más fiabilidad ha transmitido y con el que el equipo no conoce la derrota, sigue en la grada sin saber qué hizo para merecer esto. La irregularidad actual impone la apuesta clara por un dueto. Muñoz ayudaría en la salida de balón, Perone en altura y Grippo en contundencia.

No marchan mejor las cosas por el centro del campo, donde el dibujo no luce. Osasuna también ganó la batalla en la medular a un Zaragoza que precisa revisar esa zona como el comer. El rombo ya no es tan buena idea. Porque Eguaras tardará en ofrecer su mejor versión, los interiores acumulan demasiado desgaste y Álvaro no es Borja. La fiabilidad y eficacia del rombo comienza arriba del todo, en los puntas. Desde allí se inicia la presión y la ayuda a los interiores. Pero el catalán es mucho menos dinámico de lo que era el gallego. Se impone buscar otro camino. Una vía diferente que permita explotar la mejor virtud de Álvaro Vázquez, el remate. Y las mejores de Pombo: la búsqueda de espacios, el desmarque y el enlace con el delantero desde la mediapunta.

Por eso, asoma la opción de un doble pivote, con James acompañando a Eguaras y un equipo más abierto que contribuya a paliar otro de los principales defectos de los últimos partidos: la falta de profundidad. Aguirre, el único extremo de la plantilla, vive más en la grada que en el campo, pero, al igual que Papu, tiene desborde y velocidad, virtudes de las que adolece el Zaragoza y que necesita con urgencia. El georgiano, a pie cambiado, hace daño.

Así que la posibilidad de diseñar un Zaragoza en 4-2-3-1 o 4-4-2 emerge como alternativa para un Idiakez cuyo equipo le pide a gritos una vuelta de tuerca. En la pizarra y en sus elementos.