Con bien poco, el zaragocismo se ha reilusionado cada verano semanas después de haber vivido sustos monumentales, decepciones profundas o ese último desengaño, que siempre ha acabado siendo el penúltimo. La secuencia se ha vuelvo a repetir esta vez, cuando el equipo encara ya la semana en la que comenzará la Liga, la séptima consecutiva en Segunda División. En esta ocasión todavía existe un matiz que ha redoblado el efecto. El 'ilusiómetro' se ha disparado por encima de cualquier otro periodo estival por motivos de pleno derecho, pero sobre todo acrecentados de manera sensible por la onda expansiva provocada por Kagawa.

Además de la contratación del japonés, un jugador de un talento muy superior a la categoría a nada que sea la mitad de lo que fue en sus días de gloria en Alemania, que eso es lo que el césped pondrá negro sobre blanco a partir de ahora, el Real Zaragoza ha dado algunas razones para que el pesimismo del final de Liga se transformara en esta ola de optimismo, tan veraniega y tan característica de una plaza en la que existe un deseo tan ferviente por algo aún no conseguido. La presencia de Víctor Fernández es la principal de ellas, pero también el tono de los fichajes, a priori serios: Vigaray, Atienza, Suárez, Dwamena… Sobre el papel, que tantas veces se ha mojado, el equipo ha mejorado su nivel.

Por plantilla, el Zaragoza está entre los aspirantes al ascenso. La ilusión que hay a su alrededor está desbordada, es algo desmedida. El impacto Kagawa ha contribuido a ello. A Víctor le toca realizar un trabajo primordial de sensibilización y realismo. A todo el que saca pecho, la Segunda se lo parte. Momento para la humildad.