Paco Herrera se marchó sin resolver el problema de la nulidad creativa del Zaragoza en el centro del campo y Víctor Muñoz ha optado, por el momento, por la vía pragmática del evitar en lo posible la circulación en la medular y tratar de buscar los balones en largo. Probablemente, el enigma no tiene solución con los mimbres que posee el Zaragoza, donde hasta trece combinaciones distintas han pasado por la sala de máquinas desde que arrancó la temporada, y la posibilidad de haberlo arreglado, al menos en parte, estuvo en los mercados de fichajes, tanto en el del verano como en el del pasado enero. Mañana, el equipo aragonés se mide en Montilivi a un Girona donde Jandro es uno de los nombres que más fuerte puso sobre la mesa Herrera en la pasada pretemporada para que el fútbol del Zaragoza pudiera tener más sentido. Y no solo sobre la mesa, porque también dialogó con el propio jugador.

Jandro no vino por una simple cuestión económica, ya que la oferta de renovación por dos temporadas que aceptó del Girona --en torno a unos 150.000 euros anuales-- a mediados de julio del 2013 era superior a la zaragocista y a otras propuestas que tenía. Indiscutible en el Girona, en su timón desde que llegó en el 2010 --con 11, 9, y 8 goles en las tres últimas temporadas--, Jandro es la referencia del conjunto catalán. A sus 35 años, ha sido fijo esta temporada para Ricard Rodríguez, Javi López y ahora para Pablo Machín, sumando 26 partidos y seis dianas. No pudo jugar por lesión hasta la novena jornada, pero después ha sido intocable. Aun así, uno de los pri-meros nombres que en enero puso Fernando Vázquez cuando Culio se marchó del Deportivo fue el suyo, pero el Girona se negó en redondo a dejarle salir a coste cero o por una mínima cantidad, como era la intención coruñesa.

Amplia experiencia

Jandro, criado en las categorías inferiores del Valencia, donde debutó en el 2001 y fue campeón de Liga un año después, aunque sin apenas minutos en aquel equipo ché, ha pasado por Alcorcón, Celta, Alavés, Nástic, Elche y Girona y posee una amplísima experiencia en la categoría de plata. Sin embargo, no solo no vino el centrocampista, que puede jugar también como mediapunta, nacido en Mie-res, sino que tampoco lo hizo Edu Bedia, al que Pitarch y Moisés conocían bien de su etapa en el Hércules el curso pasado. Bedia, que Herrera consideraba una alternativa válida para llevar la manija zaragocista, tomó rumbo con su carta de libertad hacia el Barcelona B, donde ha jugado muchísimo, 32 partidos, siendo una de las referencias en la medular azulgrana.

El que sí llegó fue Cidoncha, que no es un generador de juego sino un futbolista de despliegue en la medular, y a final del mercado veraniego, sobre la misma bocina, lo hizo Walter Acevedo, fuera de forma tras estar al mar-gen en River Plate --lo que ha pagado en forma de 4 lesiones musculares-- y que solo ha aparecido a cuentagotas, no resolviendo un problema que el Zaragoza se propuso intentar solventar en enero. Tampoco fue posible.

Llegada imposible

Decidida la salida de Movilla y José Mari, dos de los centrocampistas, aunque el andaluz lo fuera solo de contención, el club trató de conseguir el regreso de Corona, que entonces no tenía demasiados minutos en el Almería. El jugador talaverano, que puso todo de su parte para volver al club en el que estuvo entre el 2000 y el 2006, no arribó de nuevo a La Romareda y las causas difieren dependiendo de a quién se le pregunte el motivo de esa operación finalmente frustrada.

Herrera le abrió las puertas a Corona de par en par y el club se ampara en la estrechez económica, en que no se consumaron antes del 31 de enero las salidas de José Mari, Movilla y Paredes --estos dos despedidos al final-- para justificar que Corona siguiera en Almería, donde ha recuperado presencia en los últimos meses y no acudiera a La Romareda a resolver un problema futbolístico que el verano pasado ya pudo arreglar Jandro y que ha sido uno de los grandes lastres, sino el mayor, que ha tenido el Zaragoza a lo largo de esta temporada.