Este tipo de partidos son los que te amargan el día o puede que la temporada. Un rival en coma crónico es una terrible invitación a la confianza, a una desaceleración previa o a un contagio de la falta de pulsaciones durante el juego. El campeonato siempre guarda en la manga encuentros que mienten, y conviene empezar a desenmascararlos mucho antes de que el balón ruede. Cuanto más difícil, más complicado. Luego el fútbol pondrá a cada cual en su sitio, pero bromas las justas sobre todo cuando, además, el supuesto cadáver lleva el escudo del Deportivo en la pechera.

El equipo gallego respondió con máxima fidelidad a lo que se sabía de él, que más o menos lidera la Santa Compaña con varias cabezas de ventaja sobre las otras almas en pena de la categoría. Apenas le corre una gota de sangre por las venas, colapsadas de nerviosismos, inquietud y una afición que por cada aliento de ánimo lanza con sus razones miles de puñales críticos. El Real Zaragoza entendió perfectamente cómo gestionarlo todo, de qué manera aparentar un estado de hibernación para confundir a su víctima saliendo de la cueva lo preciso y necesario para buscar alimento. No era una tarde para los adornos sino para la madurez, y el conjunto aragonés logró su objetivo aplicándose primero en la desconfianza y después en la firmeza. Una vez certificado que el conjunto de Luis César estaba dos metros bajo tierra, le echó varias paladas de tierra encima con puntería y oficio.

El Real Zaragoza se aferra así a la sexta plaza, confirmándose como serio aspirante a la promoción de ascenso tras superar episodios muy complicados, una plantilla incompleta aún y el titubeo de jugadores que desde una jerarquía bastante regalada se han desvanecido. La Segunda División comienza a señalar a sus elegidos, pero la puerta permanece abierta para los que se quieran invitar a la fiesta. El equipo de Víctor Fernández se ha convertido en un grupo muy convencido de sí mismo se mida al Girona o al farolillo rojo. Esa fortaleza mental que se traduce en el campo le ha ayudado a disimular sus defectos y a vivir al día con carácter ganador.

En otras circunstancias, Riazor se le habría hecho inmenso, pero se ha elevado varios escalones sobre la desgracia o las dudas para administrar su destino. Ese estado creciente tiene su explicación en la comunión colectiva, pero también en aportaciones individuales muy reconocibles. El perfecto aterrizaje de Puado; la omnipresencia física y táctica de Guti, ausente por sanción en esta cita; el despegue de Soro, con aires de veterano en cada pelota que acude a sus pies; la confirmación de que Clemente es el mejor central por mucho que le quede por recorrer... Y, cómo no, en Luis Suárez, un cañón de delantero que carga de pólvora todas sus intervenciones.

El punta colombiano forzó un penalti que luego erró para desesperación del goleador, que está negado cuando se lo ponen demasiado fácil. Esa pena máxima no existía. No había nada en la finca de Lambropoulos, ningún motivo para pensar que el griego no pudiera sacar la pelota con placidez. El cafetero se puso a litigar por un metro cuadrado, un espacio sin aparente valor, y en la pelea con el heleno fue derribado. Suárez está poseído por la fiebre del oro, y donde los demás ven piedras él adivina un filón. No acertó en el lanzamiento cuando el Dépor, sin amenazar, sí se había acercado en el marcador en el único despiste defensivo y la tardanza de Ratón para acudir a repararlo. Otro se habría encerrado con sus demonios para lamentarse, pero el búfalo no dejó de resoplar hasta conseguir su gol, ya una docena en su millonaria cuenta particular.

Nada es sencillo para el Real Zaragoza aunque lo parezca en ocasiones. Contra el Deportivo las sirenas quisieron seducirle y no lo permitió. Parecía un compromiso para llevárselo sin bajarse del autobús pero lo condujo con respeto y excelente criterio a un triunfo redondo. En este tipo de partidos, no hay peor rival que uno mismo ni mejor aliado que la toma de conciencia de que la línea recta suele ser la más corta. Y que las apariencias engañan antes de que salga el sol. El conjunto aragonés está aproximándose a la luna llena en su rendimiento. Ahora falta que le pongan una nave en condiciones para alcanzarla.