El fútbol es un deporte repleto de mecanismos complejos capaz de sintetizar su esencia en paradigmas muy simples. Todo se reduce a hacer goles y a evitar que te los hagan. Para alcanzar esos fines, principalmente los defensivos, los entrenadores usan medios cada vez más sofisticados, con la aplicación de la tecnología incluida, unos conocimientos tácticos muy desarrollados a estas alturas de la historia de este deporte y una detallada preparación de los partidos abordando hasta la última particularidad. En el fútbol profesional es raro ver muchos equipos que no estén adecuadamente trabajados de acuerdo con sus potencialidades. La Segunda División es un claro ejemplo de ello.

Otra cosa, lejos de las normas y el trabajo colectivo, es el talento individual, fundamentalmente ofensivo, el motor que termina por poner en marcha el resto del engranaje y que acerca o separa del gol y de las victorias. En este punto es donde el Real Zaragoza lleva encallando toda la temporada. Al equipo le falta calidad pura en ataque, delanteros de nivel y diferenciales. A excepción de Narváez, autor de cinco tantos y cuyo rendimiento no admite dudas, el Toro Fernández y Vuckic han decepcionado por completo en esta primera vuelta. Su bagaje, cero goles, ha arrastrado al equipo, que promedia solo 0,6 por partido. El encuentro de Cartagena, con ocasiones suficientes, fue otra prueba más de esta inoperancia.

El Real Zaragoza tiene muchos problemas pero ese es el principal. No tiene gol. Del acierto de Miguel Torrecilla en la elección del delantero o delanteros que vendrán este mes, absolutamente imprescindibles para la salvación, dependerá una parte importante del destino de estos 88 años de historia.