Para tutear al Real Madrid hay que hacerlo de principio a fin. Si no, como ocurrió en Valdebebas, acabas tratándole de usted. Y hay muchas formas de intentarlo y pocas de conseguirlo. Desde luego, no como lo hizo la SD Huesca, un equipo que recoge a su paso por la Liga más elogios que puntos y que tuvo 20 minutos de primor, en parte porque su buen gusto es indiscutible y también porque el equipo de Zidane tiene un aire perezoso cuando le hacen esa propuesta. También disponen los blancos de suficiente armario para aceptar una invitación a jugar por la pasarela, y en ese escenario su variedad individual acaba imponiéndose. En los cuatro goles que encajó, sobre todo en los dos primeros después de manejar el balón con sentido y sensibilidad y un par de llegadas peligrosas, las costuras de su frac saltaron por los aires. Aunque este encuentro no debe servir de termómetro categórico, si avisa de que el cuadro aragonés necesita más temperatura competitiva, como demostró con espíritu de coloso en su cita contra el Atlético de Madrid. Por ahora confunde en ocasiones lo bonito con lo bello, y no hay nada más hermoso que un bloque consistente y con cuajo en pasajes que parecen intrascendentes. Hazard marcó un tanto maravilloso, pero a la disputa de la pelota ganada y orientada por el belga, Nwakali acudió con zapatilas de ballet en una zona donde el mediocentro ha de ser muralla . Cerrándose la primera parte, Benzema bajó el telón del partido tras un saltito en falso de Maffeo que dejó al francés para el brindis. Valverde y el propio Benzema rasgaron la defensa del Huesca en la segunda parte. Los pequeños detalles son los grandes. El Huesca no tiene por qué renunciar a su identidad, pero debería adornarla con mucho más rigor. Y nunca, jamás, dejar fuera de la titularidad a Ferreiro.