Los incendios forestales en España son nuestro auténtico delito ecológico. Su contribución a la deforestación es decisiva y, por tanto, a la desertización y aumento de la sequedad. Así parece poco responsable cualquier política pública de los organismos implicados --desde las administraciones locales a órganos judiciales-- que no comporte una drástica reducción de los incendios. Ahora, ante el ingreso en prisión de un presunto pirómano por el incendio de Huelva, se exige un castigo ejemplar. Es una serpiente de verano; en un mes otras noticias ocuparán las primeras y los bosques sufrirán nuevos atentados.

Tanta alarma clama a la conciencia de nuestros bienintencionados organismos, generosos en condolencias. Un mero vistazo a las estadísticas judiciales nos dice que la relación entre pirómanos detenidos y fuegos producidos es ridícula, ridículo que se agranda si comparamos el número de condenados con el de incendios.

*Catedrático de Derecho Penal.