Entró en la escuela en silencio, como todas las mañanas. Llegó al aula, después de que izaran la bandera en el patio. "Hoy será un buen día", dijo. Sacó un revólver y empezó a disparar a sus compañeros. No hubo tiempo para escapar. Dos chicas y un varón murieron en el acto y de los cinco heridos, tres están graves.

La tragedia tuvo lugar en el colegio Islas Malvinas de Carmen de Patagones, un pueblo de 30.000 habitantes a 960 kilómetros al sur de Buenos Aires. Rafael Soldich, un chico de 15 años apodado Pan triste , se entregó a la policía en estado de conmoción. Descargó 13 balas contra sus compañeros. El arma --que pertenecía a su padre, policía-- le colgaba de una mano temblorosa. Tenía también un cuchillo. Ahora está detenido, a disposición de un tribunal, aunque de acuerdo con la ley argentina, los menores de 16 años no pueden ser acusados formalmente.

El comisario Eduardo Diego reconstruyó la escena del crimen con los relatos de los supervivientes. Dijo que el joven disparó primero contra la pared. "¿Qué está haciendo?", le dijo alguien. El agresor se dio la vuelta y apuntó contra los que se habían refugiado bajo los pupitres.

Las autoridades de la principal provincia argentina, donde más de un millón de jóvenes no estudian ni trabajan, tratan de encontrar una explicación. "Esto sobrepasa todos los límites de la violencia que uno puede esperar", atinó a decir Mario Oporto, director de Educación y Cultura bonaerense.

"El chico no tenía antecedentes de conducta que hicieran predecir su actitud. Era tímido, le costaba integrarse, pero nunca había tenido actitudes violentas", dijo la subsecretaria de Educación, Delia Méndez, quien prefirió calificar el hecho de "singular" y "aislado". Una alumna del colegio recordó, sin embargo, que Pan triste era objeto de las burlas constantes de sus compañeros.