La joven ilicitana Patricia Aguilar, liberada a principios de julio pasado en Perú después de ser captada por el líder de una presunta secta, ya está en casa. Llegó ayer a Barajas junto a su padre y su bebé, de apenas meses. Cuatro agentes de la Policía Nacional supervisaron el desembarque y los custodiaron hasta dependencias policiales del aeropuerto, donde permanecieron un par de horas hasta continuar con su viaje.

El destino no tiene nombre de ciudad, sino de personas que Patricia enumeró a su padre en una sala de la T-1. La joven llevaba un año y siete meses sin abrazarlos y pidió verlos nada más llegar. Ahora todos se encuentran en un lugar que solo ellos conocen y donde ella y su hija esperan encontrar la paz y el calor familiar que estos meses no han disfrutado.

De momento, todos saben, empezando por la propia Patricia, que queda mucho que recorrer. Los expertos han avisado: la joven, rescatada el pasado 5 de julio, «sigue captada psicológicamente». El trabajo de los psicólogos del Ministerio de la Mujer de Perú y la paciencia y empatía de Alberto, su padre, han sido fundamentales para que la chica acceda a volver a casa voluntariamente. Pero esto es solo el principio.