La princesa Juliana de Holanda pidió un funeral y consagrado a la paz, oficiado por la predicadora Hudig-Semeijns, su guía espiritual y sacerdotisa de una escisión del protestantismo. Y la familia real holandesa cumplió su voluntad. El rey Juan Carlos asistió a la ceremonia, que contó con casi todas las monarquías del mundo, en la catedral de Delft.