Un sitio para morir. O un lugar para matarse. Aunque sea un sitio virtual en internet, donde se sienta la ilusión de formar parte de un grupo en los momentos en que se está más solo. Un engaño que se extienda de la vida a la muerte para falsear la evidencia de que morimos siempre en soledad. Eso parecen buscar los jóvenes suicidas de Japón cuyo rastro de alcohol y de potentes tranquilizantes no borra las huellas de una vocación: morir juntos.

La situación es preocupante. Por la meticulosidad de los planteamientos. Porque las muertes no responden a consignas sectarias, sino a encuentros en la red y eso es aún más difícil de desactivar que una secta. Porque la moda puede extenderse en un país cuyas tradiciones declinan desde Hiroshima, con ciudades de millones de habitantes y millares de suicidas (casi 35.000 al año), donde se convive en aislamiento. Los jóvenes suicidas japoneses nos dejan su mensaje en un e-mail siniestro: no quieren estar solos ni para morir.

*Psicoanalista.