Las adicciones se definen como la pérdida del control de la conducta y cuando oímos hablar de drogas nos suele venir a la cabeza la imagen de sustancias como la cocaína, la pastillas de diseño o el tabaco. Sin embargo, la nueva droga de los jóvenes se llama ludopatía.

Cuando escuchamos la palabra, para gran parte de la población se instala en la mente la imagen de alguien de mediana edad, sentado en una banqueta alta en un bar encaramado a una tragaperras. Sin embargo, el perfil del adicto al juego ha cambiado considerablemente, ya que ahora son los jóvenes los mayores usuarios y, por tanto, los más damnificados. Ya no es necesario acudir a un bar, las apuestas deportivas se han multiplicado casi en un 2,5 en seis años. Y para ello «solo» se necesita una tarjeta de crédito y un DNI que, en caso de que sea un menor, pertenece a los padres que, en la mayoría de los casos, ni son conscientes de la usurpación de identidad.

El juego es una actividad inherente al ser humano y favorece el aprendizaje en todas las áreas del desarrollo infantil. A través de él aprendemos a desenvolvernos en el mundo que nos rodea y los retos a los que nos enfrenta despiertan motivación y atención. Los pequeños esfuerzos que realizamos se traducen en grandes logros y, por tanto, en recompensas y así se va dando lugar al aprendizaje. Sin embargo, hay un elemento crucial que, cuando se incorpora, modifica en gran medida este proceso y es el azar.

Este transforma a la persona en un sujeto pasivo y, por tanto, sus actuaciones no son relevantes para lograr el objetivo; es el factor suerte lo que determina el logro. Si además le añadimos el nuevo formato a través de dónde se juega, es decir, las nuevas tecnologías, el acceso es fácil y el impacto mayor. El que grandes deportistas o famosos presten su imagen para la publicidad del juego tampoco ayuda, el mensaje que dan es contradictorio y ensombrece una realidad que por ahora está poco regulada o es desconocida para gran parte de la población.

La estrategia nacional sobre adicciones incluye actuaciones sobre las llamadas «sin sustancias» como son las nuevas tecnologías, el juego o los videojuegos, y no por ello menos dañinas. La prevalencia en menores y adolescentes sigue en aumento, por lo que estamos ante un grave problema de salud pública al que debemos hacer frente lo antes posible y una vía de actuación clara es regular su uso y publicidad.

Existen factores de riesgo que favorecen el caer en una ludopatía y el conocerlos y actuar sobre ellos pueden proteger al individuo. Es importante informar de los efectos del juego online, así como de las apuestas, para concienciar del problema. Así mismo, el perfil del jugador suele ser el de una persona impulsiva, incapaz de reflexionar ante una toma de decisión o que busca sensaciones nuevas por desinhibición o aburrimiento; ayudar a los jóvenes a fortalecer estas áreas de su personalidad les protegen.

Debemos crear una sociedad donde se pueda hablar de esta y otras adicciones en los espacios educativos, sin tapujos, para que el adolescente reflexione y sepa a dónde acudir en caso de ayuda. Que no se hable no significa que no exista el problema.