Aragón es uno de los lugares con mayor esperanza de vida del mundo, exactamente 83,45 años para ambos sexos, si bien una minoría cada vez más numerosa rebasa los cien años de existencia. La edad hasta la que vive la mayor parte de los habitantes de la comunidad resulta de comparar la media de los hombres (80,69 años) con la de las mujeres (86,22), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del 2018.

Este hecho, unido al sostenido descenso de los nacimientos desde el 2008 y un saldo vegetativo que es negativo desde hace más de una década, tiene su contrapartida en que Aragón es, al mismo tiempo, una de las comunidades autónomas más envejecidas de España.

Hasta el punto de que las personas mayores de 65 años, 282.920 en la actualidad, suponen el 21,6% de la población. Es decir, más de uno de cada cinco ha alcanzado o superado la edad de la jubilación.

Este panorama demográfico, fruto de indudables avances en sanidad, alimentación y calidad de vida en los últimos decenios, explica por qué existe una clara tendencia al aumento del número de personas que rebasan los cien años de edad.

En la actualidad, viven en Aragón 540 personas centenarias. Pero las proyecciones de población que realiza el INE apuntan a que su número se disparará en la próxima década, llegando hasta los 1.488 centenarios y centenarias en el horizonte del año 2031. Es decir, que en 11 años estos supercentenarios casi triplicarán su población, con una aumento porcentual del 175%, según un reciente informe del INE sobre proyecciones demográficas en el horizonte del tercer decenio del siglo XXI.

En el 2031, la cifra de supercentenarios de cada provincia estará relacionado con el peso poblacional de cada una de ellas. Habrá, según el cálculo, 179 en Teruel, 309 en Huesca y un millar en Zaragoza. Faltan 11 años para el año de referencia, pero no se experimentarán variaciones en la proporción entre mujeres y hombres que superen los cien años y sigan envejeciendo una vez superado ese hito existencial. Frente a los 407 varones que se espera que lo hagan, serán 1.081 mujeres las que alcanzarán tan avanzada edad, más del doble que el sexo masculino.

Pero para llegar a ser centenario hay que pasar antes por las fases de nonagenario y octogenario, que también van al alza. En particular, las personas mayores de 85 años, que tienen una incidencia notable en los recursos y estructuras sanitarias, constituyen un grupo de edad creciente que plantea un reto demográfico en toda regla.

Claro que la importancia numérica relativa de los mayores de 85 años varía de forma notable en función de la ubicación geográfica. Mientras en las áreas urbanas su número se mantiene en unos porcentajes bajos, en las rurales se sitúa en cifras altas como consecuencia de la falta de crecimiento demográfico, ya sea vegetativo o como consecuencia de la inmigración.

Así, se dan llamativos contrastes en las denominadas Zonas Básicas de Salud (ZBS) en que divide el Gobierno de Aragón al territorio, tomando como referencia el hecho de estar dotadas de su propio equipo de atención primaria.

Por un lado, en las ZBS de Zaragoza, sobre todo en las zonas de expansión urbanística reciente, el número de personas mayores de 85 es muy reducido. Esto ocurre, por ejemplo, en Valdespartera-Montecanal (Zaragoza II), donde solo el 0,37% de los residentes se encuentra comprendido en esa franja de edad.

PUEBLOS ENVEJECIDOS

Y el mismo fenómeno se registra en zonas como la de Miralbueno-Garrapinillos (Zaragoza III), con un 1,89%, o en Parque Goya (Zaragoza I), con un 1,06%. En el extremo opuesto se sitúan algunas zonas sanitarias de Teruel, como es el caso de Báguena, donde el 13,44 de los habitantes entra en el grupo de las personas que tienen 85 años o más. En la provincia de Zaragoza, Herrera de los Navarros, que pertenece a Zaragoza III, alcanza un 10,25% de población muy longeva, mientras que zonas como Jaca, Huesca, Calatayud, Teruel y Alcañiz se mueven entre el 3% y el 5%.

Estos tantos por cientos, como consecuencia de una paulatina tendencia al incremento de la esperanza de vida (con leves retrocesos en periodos de crisis), significan que el sistema de salud tendrá que hacer frente a un aumento continuado de la presión asistencial.