La publicidad toma la calle y la coloniza con descaro. Con la llegada del nuevo curso, en septiembre vuelven los anuncios de alquileres de pisos, de ventas de enseres o de tratamientos y curas antiestrés. Unas transacciones que generan un importante volumen de negocio en la ciudad y que, a diferencia de años atrás, ya no se anuncian de forma convencional.

Las ansias de vender, comprar, encontrar y ofrecer se pegan en farolas, marquesinas, baldosas e incluso árboles, por muy maltrechos que se muestren. Papeles de cientos de formas y colores diferentes acampan cada vez más en lugares que antes se respetaban.

Pero pocas personas saben que esta práctica es ilegal. Embadurnar el mobiliario urbano a diestro y siniestro viola, en concreto, dos ordenanzas municipales: la de limpieza y la de publicidad. Y sin embargo, se consiente que las cuatro tiras de celo de rigor impregnen todas las superficies de pegamento. Las razones por las que se permite que se peguen los carteles son sencillas: son demasiados y es muy difícil controlar a los infractores. "Alguna vez se ha contactado con algún teléfono porque ofrecía objetos o servicios poco comunes y se les ha denunciado, pero no es lo normal", afirman desde fuentes municipales.

Remedio caro

Ante la avalancha de carteles, el ayuntamiento pone remedio, pero muchas veces éste es peor que la enfermedad. "Los operarios de limpieza arrancan los papeles siempre que pueden, pero muchas veces la gran cantidad de anuncios les desborda, sobre todo en las farolas", aseguran desde el consistorio. Y es que la sustancia que se utiliza para quitarles a las farolas la cola o pegamento es un producto corrosivo que también elimina la pintura. Esto obliga a que, muchas veces, "tras la retirada de estos carteles hay que pintar las superficies desconchadas. Y esto es muy costoso, porque cada vez que se realiza la operación, a los diez minutos ya hay otra vez papeles pegados", relatan fuentes municipales.

Aunque se puede decir que existen lugares específicos para poner dicha cartelería. Son los llamados muppis , un nuevo mobiliario urbano destinado a las empresas o particulares que desean colocar su publicidad en espacios legales. Y también están las papeleras o las marquesinas de autobuses.

Sin embargo, el ayuntamiento permite a veces esta práctica ilegal por su alto grado de interés informativo para la sociedad. "En el caso de eventos, conciertos y espectáculos, los carteles que los particulares pegan no se retiran porque sabemos que atraen a mucha gente", concluyen.

La gratuidad de este tipo de merchandising y el alto grado de aceptación entre la ciudadanía, que cada vez es más consciente de su existencia, obligará a los responsables municipales a plantarle cara.