El coronavirus ha frenado en seco el impacto que la celebración anual del Gran Premio de motociclismo en Motorland provoca tanto en Alcañiz como en todo el Bajo Aragón. No podía ser de otro modo ante la ausencia de público en las gradas como consecuencia de la crisis sanitaria. Nada de calles cortadas ni aluvión de moteros haciendo suya la noche alcañizana. Ni rastro de escenarios y música a todo volumen hasta la madrugada. Y queda también para otra ocasión el ruido de los motores y el olor a goma quemada. Alcañiz es bien distinto este fin de semana. El volumen de motos y visitas es incomparable con el de años anteriores y eso repercute directamente en el impacto económico tanto en la propia localidad como en el resto de la comarca. Un frenazo en seco.

Solo los hoteles de la ciudad aguantan como pueden el tirón. El volumen de reservas se ha mantenido casi en su totalidad. De hecho, la ocupación alcanza el 98% en los alojamientos turísticos de Alcañiz, entre los que se incluyen casas de turismo rural y cámping. Los inquilinos son, principalmente, trabajadores de medios de comunicación presentes en el circuito. Aficionados, apenas. «Vienen, pero muy pocos. Son mayormente nostálgicos que pasan por Alcañiz, pero la celebración a puerta cerrada del campeonato lo limita y condiciona todo», admite Nieves Ballestero, gerente de la Asociación Turismo Bajo Aragón.

Claro que la peor parte se la llevan los pueblos de alrededor. Normalmente, la ocupación en Alcañiz se completa pronto, lo que aboca al visitante a buscar acomodo en las poblaciones más cercanas y así sucesivamente hasta que toda la comarca, e incluso Zaragoza, se ven beneficiados por el aluvión de aficionados. No es el caso. De hecho, el resto del Bajo Aragón registra una ocupación del 58%, lejos del volumen de los últimos años. «Los equipos se han reducido a la mínima expresión y acuden con lo estrictamente imprescindible por seguridad. Antes alojábamos a equipos grandes y ahora se han reducido las reservas y se están produciendo cancelaciones de última hora cuando antes era muy difícil que se produjeran. De hecho, los hoteles tienen muchas reservas de un año a otro de los mismos clientes», explica Ballestero, que añade en este sentido que «este año hay pueblos muy cerca del circuito con mucha disponibilidad, como es el caso de Castelserás, Valmuel o Puig Moreno. Y es que ahora el personal va del circuito al alojamiento y del alojamiento al circuito, todo en el mismo recinto. Nada de salir a tapear o pasear», explica.

En realidad, todo está dentro de lo esperado por el sector. De hecho, lejos del bajón, los empresarios aseguran sentirse «muy satisfechos» del balance de afluencia en el puente del Pilar. «Hemos tenido un 82% de ocupación en el Bajo Aragón, que es algo buenísimo y ahora vienen los dos fines de semana de Gran Premio y el posterior campeonato de turismos. Es como si fuera la nueva Semana Santa en octubre después de los altibajos sufridos desde el inicio de la pandemia. Estamos muy contentos, trabajando mucho y obteniendo resultados», asegura Ballestero, que valora positivamente que la doble celebración deportiva en dos fines de semana consecutivos ha provocado que muchas estancias se alarguen «catorce días o más, algo inédito en la comarca», añade la empresaria bajoaragonesa.

Pero el vacío en Alcañiz afecta a todos los sectores. Bares semivacíos y terrazas con escasa afluencia conviven con talleres huérfanos de motos y gasolineras sin aquellas inmensas filas de antaño. La puerta cerrada de Motorland obliga a la zona a secarse las lágrimas y esperar tiempos mejores. «No queda otra. Nadie esperaba que fuera a pasar algo así. Yo creo que todos llegamos a dar por hecho que el Gran Premio no se iba a celebrar ni aquí ni en ningún otro sitio, pero es lo que hay. Hay motos, pero solo en el circuito», lamenta el regente de un comercio a medio camino entre Alcañiz y Motorland, donde solo las motos van sobre ruedas.