¿Recuerdan ustedes a esos artistas circenses que lo mismo tragaban, que escupían fuego? Pues hoy me convierto en uno de ellos, porque a través de mi puerta hoy entrarán y saldrán la práctica totalidad de las veinticuatro cofradías que pueblan la geografía de nuestra Semana Santa y como bocanadas de fuego inundarán el espacio circundante.

Supongo que comenzarían el día de hoy con esa procesión que salta a caballo entre el jueves y el viernes, que me hace trasnochar o madrugar, según se mire, para que la Piedad recorra nuestras calles, este año con el homenaje al timbal, que dejó sus filas despobladas de bombos honrando a su hermano pequeño procesionando únicamente con tambores y timbales.

Esa fue la primera explosión de este Viernes Santo y si quieren aspiramos un poco de aire fresco antes de lanzar otra bocanada. Al aspirar, dejaré que cientos de personas entren en mis entrañas y paseen por los intrincados y estrechos pasillos que dejan los pasos que se albergan en mi interior, para contemplarlos, no sin cierto extasío, pero sobre todo, al Cristo de la Cama, en su catafalco, con su guardia pretoriana.

Un poquito antes de que las Siete Palabras, al mediodía, surja de mí como otra gran llamarada, les ruego que participen en la tradicional cuestación del Refugio bajo el eslógan Pedimos un día, ayudamos 365, la verdad es que, con los tiempos que corren, toda ayuda es poca.

Y como decía, será mediodía, abriré mis puertas y la cofradía de las Siete Palabras y San Juan Evangelista saldrá a la calle, en forma de llamarada verde, para realizar su predicación número setenta y cinco. Este Viernes nos regalará un despliegue procesional histórico, en cuanto a que no se repetirá en mucho tiempo y en cuanto a que consistirá en la rememoración de varios desfiles a lo largo de su historia. Una primera sección reproducirá el desfile procesional de 1940, año de su fundación, con un piquete de doce tambores redoblantes y el paso que actualmente procesiona la cofradía de la Crucifixión, pero que en su origen salió entre las filas de las Siete Palabras. Abriendo la procesión su estandarte fundacional.

Un segundo bloque reproducirá un desfile procesional tal como se hacía desde los años sesenta del siglo pasado, con un estandarte de dicha época y la sección de instrumentos. Los pasos de la tercera y quinta palabra y la peana del Cristo de las Siete Palabras irán en este bloque y por último, en una tercera sección, saldrá a la calle la esbeltísima, perfectísima, correctísima talla de Miñarro para el Cristo de la Séptima Palabra, una peana portada por cuarenta y dos peaneros vestidos de tercerol negro.

No se pueden perder esta procesión, por el hito histórico que representa, por el esfuerzo que ha realizado esta cofradía para organizar semejante evento, por la nueva talla y por despedir a la peana de las Siete Palabras, no porque vaya a desaparecer para siempre, sino porque lo hará en los sucesivos Viernes Santos, procesionando únicamente para el Vía Crucis que esta cofradía realiza el Lunes Santo.

Y todavía con la resaca de este alarde procesional, esta tarde, a partir de las seis, la gran mascletá de nuestra Semana Santa. Todas y cada una de las cofradías surgirán, unas desde mi interior y otras desde las calles aledañas, para formar la procesión de procesiones, el espectáculo soberbio del Santo Entierro, la policromía de las cofradías, unidas, hermanadas, todas a una en la calle, con sus instrumentos y sus pasos y atributos, gritando al mundo que Cristo ha muerto, que parece que nada tenga sentido y el ruido poblará las calles inundándolo todo de sonidos de pasión.

Nada que recomendar, nada que destacar en esta tarde, si acaso que se coja una sillita, de esas plegables de cámping, se la ponga en alguna acera y se disponga a ver pasar delante suyo la procesión más impactante, sobrecogedora y emocional que pudiera imaginar. No hace falta moverse para buscar a las cofradías, como en días anteriores, si usted las espera vendrán ellas hacia usted, una detrás de otra, formando el mayor y más completo Vía Crucis que exista.

Este año realiza el recorrido de forma inversa a lo que les tenían acostumbrados, seguro que esto no resta ni un ápice a la vistosidad a semejante desfile procesional.

Y cuando termine el Santo Entierro, la Semana Santa me dejará respirar solo un instante, si acaso una horita corta, porque de nuevo mis puertas se abrirán para una nueva bocanada. La Dolorosa partirá de mí, en el acto de la Soledad, una pequeña procesión que me une a mi iglesia hermana, casi siamesa, de San Felipe.

Mañana sábado será otra cosa. El silencio, el recogimiento, la austeridad, la sencillez de la Congregación de Esclavas de María Santísima de los Dolores, vestida de negro perlado de azabaches y la íntima procesión de la Vigilia Pascual, a cargo de la Hermandad de Cristo Resucitado, serán las dos tímidas trasgresiones a un día de silencio, tristeza y soledad.

Coordinador Ámbito Cofrade