El papel lo aguanta todo, al igual que el río Ebro. Sólo hay que acercarse a las riberas de Zaragoza para comprobar que después de años y años de dibujos y más dibujos municipales tan sólo es realidad un puñado de retazos de paseos y parques ejecutados en su día por la exalcaldesa Luisa Fernanda Rudi. Ahora, con un nuevo equipo de Gobierno PSOE-CHA, se promete la recuperación integral en tan sólo cuatro años y medio con el objetivo de llegar a tiempo a la Expo. Lo que no se ha hecho en décadas por ningún político en ninguno de los cuatro cauces que atraviesan la ciudad.

Pasear junto al río es una tarea imposible en la actualidad. Recorrer a pie los seis kilómetros de longitud que tienen las riberas urbanas del Ebro es una carrera de obstáculos, se elija la margen que se elija. Sólo se puede lograr parcialmente por la orilla derecha, aunque teniendo que cruzar innumerables semáforos y sobrevolando el cauce. En la izquierda, incluso es imposible lograrlo porque está ocupada por el parque deportivo Helios, por barreras hidráulicas y por viejas naves en el Arrabal al haber crecido la ciudad a espaldas de su principal río.

El tramo de La Almozara-Actur es el más abandonado, casi virgen, si no fuera porque los clubes deportivos del Soto y del Tiro de Pichón ocupan el dominio público hidráulico y en la zona final hay un vertedero de coches y una escombrera. De hecho, hay que conocerse la zona para poder acceder y recorrer los escasos metros de anchura que separan el cauce de las tapias. Y siempre que el río no baje cargado.

En la margen Izquierda, la defensa hidráulica graffiteada del Actur separa al ciudadano. Lo domina todo. Unicamente se puede disfrutar de la playa de los Angeles en verano, y de un pequeño parque al otro extremo de La Almozara. En este tramo hay incluso tierras contaminadas de la antigua Química que se utilizaron de relleno.

Los ciudadanos cruzan indiferentes por los puentes. Ayer, la crecida del río era lo único que lograba atraer sus miradas. En el tramo central, el asfalto del paseo Echegaray y Caballero es omnipresente en la ribera derecha, ocupada casi exclusivamente por coches. Sólo un parque en altura en San Pablo y otras actuaciones de zona verde sin conexión en la zona del complejo deportivo Alberto Maestro permiten acercarse algo al cauce. Las aceras están casi siempre desiertas porque nada invita a recorrerlas. Hasta la barandilla está desvencijada.

POCO ESPACIO PUBLICO En la margen Izquierda, el único disfrute se reduce a la arboleda de Macanaz y al tramo parcialmente recuperado entre los puentes de Hierro y de la Unión en la era del Gobierno municipal del PP. Ahora, este pequeño tramo de paseo será de nuevo reformado por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) cumpliendo el diseño elaborado en la etapa popular.

Como en la zona hay muy pocos usuarios, dos transeúntes han plantado su tienda de campaña en la pista de tierra habilitada junto a los estribos del viaducto metálico. A la hora del almuerzo, daban cuenta de unos espaguetis del puchero del camping-gas. Su única compañía era la de un perro cazador y la decoración se reducía a un sillón desvencijado y a las mismas pintadas que jalonan cualquier paredón junto al Ebro.

MAS BARRERAS Con unos metros de antelación, la enésima barrera artificial separa al ciudadano del cauce. En San Lázaro, la ribera está ocupada por naves industriales y por un pequeño cañaveral lleno de basura. También hay troncos caídos. La ribera sólo se puede llegar a soñar con mucha imaginación.

El espectáculo es muy distinto en Vadorrey. Allí no hay bloques de casas ni asfalto que abracen al Ebro. Sólo matojos y una tubería a cielo abierto, jalonada por pequeñas torres de registros.