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La opinión de Urtasun: ¿Al cuartel?

Seguimos siendo incapaces de ofrecer una imagen más o menos unitaria de lo que se cuece en los fogones aragoneses

El oscense Raúl Bernal, a la derecha, compartió hace unos días el premio de mejor maestro chocolatero de España con Pol Marginedas.

Exceptuando la triste noticia del fallecimiento del cocinero Miguel Ángel Revuelto, noviembre ha sido un mes pródigo en alegrías para la gastronomía aragonesa, debido al alto número de galardones y distinciones que se han venido para esta tierra.

El pastelero oscense Raúl Bernal, con establecimiento abierto en Huesca, LaPaca, se ha alzado con el título a Mejor Maestro Artesano Chocolatero de España 2023, en el Campeonato al Mejor Maestro Artesano Chocolatero de España, celebrado en Valencia. 

La cocinera del restaurante Ansils, en Anciles, Iris Jordán es una de las ocho candidatas a ser Cocinero revelación Gran premio Balfegó, en el marco de Madrid Fusión, un título que pone al cocinero en el centro de la diana mediática.

El profesional de larga trayectoria, Jesús Solanas, actualmente al frente del restaurante zaragozano Absinthium, ha sido nombrado mejor sumiller en el Wine Challenge Industry Spain 2023, donde el Festival Vino Somontano se ha llevado también el galardón a la Mejor Campaña de Marketing.

Toño Rodríguez, de la Era de los Nogales, en Sardas, al lado de Sabiñánigo, es uno de los seis finalistas del concurso Cocinero del año. Y así podríamos seguir citando nombres durante muchas líneas, si nos remontáramos más atrás.

Quiérese decir que sobra calidad humana y buen hacer en el ámbito de los profesionales de nuestra gastronomía. Pero, aunque nos reconozcan más allá que acá, seguimos siendo incapaces de ofrecer una imagen más o menos unitaria de lo que se cuece en nuestros fogones, se elabora en obradores y se cultiva en nuestro territorio.

Llevamos muchos años esperando esa eclosión gastronómica, conformándonos con simples petardos, cuando lo que hace falta es una explosión. Fácil resultaría acusar a nuestras instituciones ‒que sí, deben asumir gran parte de la responsabilidad‒, pero lo cierto es que, sin un impulso de la sociedad civil, profesionales y consumidores, resulta imposible alcanzar ese frente común.

Y lamentablemente, uno, desde su columna, parece ver cómo cada vez más se van apagando esas ilusiones de muchos profesionales, resignados a esconderse en sus cuarteles de invierno. 

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