El Periódico de Aragón

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La opinión de Urtasun: El placer del vino

Hay que volver a desacralizar el vino, mezclarlo con lo que sea, retomar el porrón y la bota, reconvertirlo en lúdico ocio, ahora que ya no es necesario como alimento

Edición de 2023 de la Muestra de Garnachas. CRISTINA MARTÍNEZ (AGENCIA ALMOZARA)

Uno hace todo lo que puede ‒que no es poco‒ para mantener el consumo de vino en España, pero parece que no es suficiente. Nuestro país es uno de los mayores productores del mundo, siempre entre los tres primeros, pero en la lista de bebedores nos encontramos en una posición media, muy por debajo de Portugal ‒67,5 litros por persona y año‒, Francia, Italia, incluso Suiza. Estamos en poco más de veinte litros, unas dos botellas al mes, muy lejos de las costumbres de nuestros mayores.

El vino, además de economía y vida en el mundo rural, es parte de nuestra historia y modo de vivir mediterráneo, de compartir alimento, bebida y alegría. De ahí que sean necesarias todas y cada una de las acciones promocionales de la cultura del vino, sea cual sea su fórmula. Dos muy potentes casi coinciden estos días, lo que no supone ningún problema, al destinarse a públicos diferentes.

La DOP Campo de Borja continúa con su Muestra de Garnachas, una fiesta ya consolidada en su vigésima edición, que sostiene la apuesta por esta variedad y pretende acercar las novedades a un público fiel y convencido. De forma contraria, la DOP Calatayud ha buscado explorar nuevos consumidores, los jóvenes ‒que deberán ser el futuro‒, por lo que ha creado un festival, el Vinosonic, con la música como hilo conductor. Habrá, sí, algunas catas convencionales, aunque con dj, pero también experiencias creativas aliando arte y vino, además de placer y gastronomía.

Si, legítimamente, cada bodega concreta trata de aumentar su cuota de mercado, aunque sea a costa de las demás ‒ni se imaginan las batallas comerciales que se cruzan cada día‒ estas acciones promocionales buscan, atinadamente, incrementar el número de aficionados.

Hay que ir más allá. Volver a desacralizar el vino, mezclarlo con lo que sea, retomar el porrón y la bota, reconvertirlo en lúdico ocio, ahora que ya no es necesario como alimento. Solo desde el placer, el más primario y también el sofisticado, lograremos que las generaciones más jóvenes descubran las satisfacciones que surgen de una botella.

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