Por si a alguien le quedaba alguna duda (algunos nunca la tuvimos), es obvio que el señor Aznar no tiene la categoría política necesaria para seguir siendo presidente del gobierno de España. En los últimos años se ha mostrado soberbio con los débiles y servil con los poderosos, y este es uno de los peores reproches que pueden hacerse a un dirigente político. Ebrio de poder, ha olvidado que los españoles tenemos memoria histórica. Este personaje es el mismo que prometió que si llegaba a la presidencia del gobierno jamás haría el trasvase del Ebro (ahora lo alienta y jalea), es el mismo que prometió que la autovía a Teruel estaría acabada esta legislatura (pero va para largo), es el mismo que prometió regenerar la vida política (decenas de políticos del PP están procesados por corrupción), es el mismo que prometió impulsar el diálogo y el consenso en el Parlamento (aplica el rodillo de su mayoría absoluta), es el mismo que ahora nos pide que le creamos, que confiemos en él y que acatemos ciegamente su insensata política belicista de apoyo incondicional a los Estados Unidos en su anunciado ataque a Irak. Pero la única razón que nos da a los ciudadanos (¿no había prometido información y transparencia?) es su palabra; una palabra que a fuerza de incumplirla no vale nada. Por eso, ni creo ni confío en lo que dice. Y además me avergüenza que el presidente del gobierno de mi país esté encantado de actuar como correvedile de Bush, olvidando su obligación de defender la dignidad nacional y la esperanza de la gente.

*Profesor de Universidad y escritor