El New York Times ha sostenido que George Pelecanos se comporta, en su oficio de escritor, como un auténtico antropólogo urbano. Que sabe adentrarse en la mente del criminal, que ha aprendido a emplear sus lenguajes, que conduce sus coches, que escucha su música, involucrándose, en fin, en el tortuoso y extraño mundo de valores transmutados por la violencia y el guetto . Y es cierto que lo consigue, con indudable maestría.

Del norteamericano Pelecanos, destacado integrante de una nueva generación de autores especializados en la novela negra, sabemos que es autor de una docena de obras, integrándose las últimas cuatro de su producción en la serie negra protagonizada a cuatro manos por el detective afroamericano Derek Strange y por su socio en el despacho de investigación que ambos comparten, un ex policía de origen irlándés, Terry Quinn. Además de novelista de éxito, el inquieto Pelecanos ha ejercido como guionista, productor independiente y periodista vocacional. Una interesante retorta de oficios que, en principio, contribuiría a garatizar la verosimilitud de los elementos reales con los que trabaja el autor, el perfil de los personajes y el carácter de las múltiples situaciones que, con un ritmo ciertamente cinematográfico, se suceden en Música de callejón .

La historia que aquí se nos cuenta es creíble de principio a fin. Veraz resulta, para empezar, la envergadura literaria del protagonista, Derek Strange, ya veterano, y de su colega Quinn, cuyas zonas oscuras afloran a la superficie a medida que la pesquisición del caso que les compete se va complicando, enredando entre las bandas rivales que pugnan por dominar los bajos fondos de Washington. Verosímiles son también los delincuentes que pueblan la trama, jóvenes negros, en su mayoría, arrasados por la violencia ambiental, el tráfico de drogas y otras actividades al margen de la ley, sin descartar el crimen organizado. Esos muchachos, carne de cañón, sirven al autor para introducirnos en el lado amargo de la sociedad americana, en el fango que rodea los rascacielos, los lujosos áticos y las oficinas financieras de las grandes ciudades. Para ellos, para estos desheredados de la tierra de la libertad, comprar una pistola, canjeándola por marihuana o por los dólares obtenidos en un atraco resulta algo tan cotidiano como pudiera ser para un político conservador, blanco, protestante, dirigirse a su comisión en la Cámara de representantes.

Ciertamente, la ciudad de Washington que Pelecanos nos pinta con fuertes trazos, sin concesiones a la galería ni adornos literarios, es muy distinta a la pulcra y adinerada capital que estamos acostumbrados a admirar en las películas. Desde uno de sus barrios marginales, las cosas deben verse de manera radicalmente distinta.

Pandilleros, cabecillas, héroes de callejón, abogados, detectives, policías, chicas de alterne, adictos al crack ... Todo un bestiario de la otra América que la narrativa fácil y desnuda de Pelecanos alienta sin caer en la tentación de juzgarlo.

Novela negra de la buena, no tanto por su intriga, que no prepondera, como por los elementos atmosféricos de la trama, y por el preciso y variado dibujo de caracteres.

*Escritor y periodista