Amablemente, la nueva tele, Aragón TV, me invitó a retransmitir el pregón de fiestas, junto a Fernando Ruiz y Paco Vallés. A su hora estábamos en la plaza del Pilar, en una unidad móvil, a escasos metros de la multitud, del brillo y del ruido, y también del balcón principal del Ayuntamiento, pero aislados de la realidad por una insonorizada cabina.

Una de las paradojas de la televisión reside, a veces, en esa aparente contradicción: narras algo que no estás viendo con tus propios ojos, sino a través de unas pantallas a las que unas cámaras suministran previamente imágenes que tú no puedes elegir. Estás y no estás ahí, como en la caverna platónica, como en la caverna de las ideas. Son momentos en los que uno puede llegar a creer en los postulados de Berkeley sobre la existencia y la percepción sensorial.

La sensación de que la realidad está ahí afuera, al alcance de la mano, pero que llega hasta ti a través de una compleja refracción de ondas y señales produce una curiosa distorsión. Una vez te acostumbras a ese desdoblamiento, llegas a olvidar el entorno físico y comienzas a aproximarte, de la mano de las cámaras, a sus efectos (que debes comentar): las lágrimas en las mejillas maquilladas de Lita Claver, La Maña, la pregonera; el peinado de la bailarina suspendida de un racimo de globos sobre la plaza del Pilar; la aparente tranquilidad y confianza de la concejal de Cultura, Pilar Alcober...

Cuyas inquietudes y preocupaciones, supongo, irán, a lo largo de estos días festivos, por dentro. No afirmaré virtualmente que el cargo, amén de imprimir carácter, va cuajado de responsabilidad. Suerte, por eso, y que todo salga como se ha planeado.

Cada cuatro años (pues nadie ha repetido en el cargo), el/la nuevo/a concejal/a, elegido/a, según el rígido calendario electoral, a finales del mes de mayo, se enfrentará a la organización de las fiestas del Pilar, cuyas contrataciones, como muy tarde, deben de estar negociadas o rubricadas en el mes de junio. El recién llegado, o la recién llegada al Torreón Fortea (tres mujeres, últimamente, Verónica Lope, Rosa Borraz y, ahora, Pilar Alcober) habrá de coordinar un programa extenuante que, desde hace numerosas ediciones, incluye programaciones para decenas de escenarios y suficiente variedad de actividades y espectáculos como para contentar a mayores y pequeños, rurales y urbanos, propios y extraños, paladares exquisitos, nostálgicos irredentos, ángeles cañeros, quinceañeros, musicólogos, poperos, bailones, amantes del teatro popular, las marionetas, el music-hall (La Maña) o las regatas de motoras y canoas en el río Ebro.

Cauce, por cierto, que sirvió como una de las líneas conductoras al espectáculo de luz y sonido con que el Ayuntamiento quiso dar el trallazo de salida a las que serán las últimas fiestas antes de la Expo. Juan Alberto Belloch tiró la casa y el pregón por la ventana para saludar a una nueva era, presentida en las imágenes de TV Aragón: la Torre del Agua anunciando al Pilar el nacimiento de la Zaragoza del siglo XXI: la virtual, la real.

Escritor y periodista