No es cuestión de ir por la vida con la mente puesta en el corazón, con temor a que esa maquinita que está ahí dentro se pare de un momento a otro. A casi nadie se le ocurre pensar que todo podría terminar en un par de minutos, o quizá esta tarde. O quizá mientras duerme. Solo unos pocos obsesionados se preguntan cómo es posible que ese trozo de carne tan feo que alguna vez hemos visto en la tele vaya a estar en marcha, pom-pom, pom-pom... todos esos años que intuyen tener por delante.

Pero obsesiones al margen, en general no entendemos bien cómo y por qué funciona el corazón, y nos da lo mismo. Es casi milagroso, pero ni nos lo planteamos. Sin pilas, ni baterías, ni mecanismos. Sin combustible, pom-pom; pom-pom... palpitando casi cada segundo de todos los minutos de todas las horas de todos los días de todas las semanas, meses, años, décadas...

Casi todos vivimos como si esa maquinita no existiera. Funciona solo y no pide pan. Asumimos que algún día se parará, pero queda mucho. Algo que a partir de ahora no le ocurrirá a 3Miguel García, el jugador del Salamanca a quien el domingo le salvaron la vida de milagro tras caer desplomado en pleno partido. A partir de ahora Miguel se acordará de su corazón cada día. Quizá tenga miedo a que vuelva a pararse, pensará que si ya le ha pasado a los 31 años, por qué no otra vez. La juventud no es garantía de nada, se dirá. Pero con esas ideas --a veces obsesiones-- se aprende a vivir y se aprende a cuidarse. Seguro que será el primero en poner los medios para que no se repita. Ahora sabe que tiene corazón. Está ahí dentro y hay que cuidarlo. No olvidarlo.