El paso del tiempo hace que seamos ya muchas las generaciones que en España no hemos conocido otra cosa que la democracia, y nos hemos acostumbrado a conceptos que, afortunadamente, entendemos como inexcusables. Entre ellos, el derecho a la información y la libertad de prensa, que obviamente no son patrimonio de los periodistas. De hecho, a tan sacrosantos principios se ha agarrado la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, para defender su nuevo portal en internet, Versión Original, que contrasta noticias publicadas por medios convencionales. Busca, según la edil de Ahora Madrid, "desmentir y rectificar" informaciones. En realidad esto se lleva haciendo toda la vida. Para eso han servido y sirven, entre otras cosas, los gabinetes de prensa de instituciones, administraciones públicas y grandes empresas, en los que, dicho sea de paso, trabajan también magníficos profesionales. No cabe, pues, rasgarse las vestiduras en exceso. El consistorio madrileño no ha hecho sino solemnizar digitalmente una costumbre ya muy arraigada. Otra cosa es que el equipo de Carmena se erija en el garante único de la verdad. Además de que ya se sabe que esta es muy difícil de abordar por completo, una sociedad que se dice democráticamente sana es, como ha recordado la presidenta de la FAPE, Elsa González, aquella en la que el periodismo ejerce de contrapoder. Si se le usurpa ese papel imprescindible, estaremos peligrosamente cerca de revivir prácticas que muchos, por fortuna, no hemos conocido jamás. Periodista