Cuentan que las primeras noches que los indignados acamparon en Sol llamaron a amigos periodistas recién llegados de Egipto para preguntarles cómo se había organizado allí la protesta de la plaza Tahrir. Y cuentan que algo parecido está pasando estos días en la place de la République, en la que se preguntan en público y en privado cómo se organizó la acampada de Sol.

No es casual: Túnez, Egipto, Occupy Wall Street, los indignados del 15-M y ahora, desde las mismas calles del mayo francés y extendiéndose hacia el corazón de Europa, miles de ciudadanos salen a las calles a expresar su indignación. Quizá tampoco sea casual que el 15-M estallara los mismos días que Strauss Kahn ejemplificó las vergüenzas del FMI, o que los indignados de la Nuit Debout hayan decidido pasar la noche en pie en el momento en que el sistema vuelve a estallar, esta vez en Panamá.

Creo que aún no es posible hacer una comparación certera y exacta de la similitud entre lo que está pasando en Paris y movilizaciones anteriores, que además, presentan muchas diferencias entre sí. Pero en La République están pasando cosas que a todos nos suenan familiares.

La acampada en la capital francesa surge tras una jornada de movilización contra la llamada Ley El Khomri --en alusión a la ministra de trabajo-- que plantea una reforma laboral restrictiva con los derechos de los trabajadores y de corte neoliberal. Reforma impulsada por un gobierno socialista que recogió apenas tres años atrás el voto de una izquierda plural movilizada contra lo que habían supuesto cinco años de gobierno de Sarkozy. Resulta casi imposible no establecer un paralelismo entre esto y lo ocurrido en Sol, cuando miles de personas salieron a la calle, --con la Ley Sinde como uno de los detonantes--, tras comprobar que el partido socialista en el gobierno, al que se había votado huyendo despavoridos de los años de Aznar, era incapaz de dar respuesta a la profunda crisis que el país estaba viviendo. Los indignados, en España como en Francia, saltan a la plaza pública contra las políticas de gobiernos socialistas incapaces de dar respuesta por la izquierda a la ofensiva neoliberal protagonizada por los gobiernos conservadores que les precedieron.

La percepción de la gestión de la crisis es similar en ambos casos: la política, y los políticos, han sido hechos rehenes por los auténticos poderes que gobiernan el mundo. "No somos mercancías en manos de políticos y banqueros", y por lo tanto, "No nos representan". Lemas que resumen a la perfección el sentir común de la pluralidad de razones y emociones que se dieron cita hace cinco años en las plazas de ciudades españolas, y que hoy se replican en Paris, Toulouse, Nantes, Marsella, Burdeos, Bruselas...

Estas acampadas, con notable grado de espontaneidad en la mayor parte de los casos --no así en París, que emerge ante un llamamiento del grupo promotor Convergencia de Luchas reunido en torno a la dinámica generada por la película de François Ruffin Merci, patron!--, surgen del redescubrimiento del potencial transformador de la movilización. El Yes, we can de Obama fue la primera chispa que alumbraría a miles de ciudadanos movilizados. Contra el TINA neoliberal --There is not alternative--, la ciudadanía deja atrás el idiotés de la Grecia clásica para redescubrirse a sí misma como sujeto de cambio.

PERO NO serán los instrumentos habituales de movilización los que lideren estas protestas. Ni sindicatos, ni partidos políticos, ni organizaciones sociales, ni los medios de comunicación convencionales. Lo que los indignados de buena parte del mundo ponen de manifiesto es una impugnación al establishment. Cuando se grita "No nos representan" los ecos no llegan solo al Congreso de los Diputados. Llegan también a las sedes sindicales, a las de las organizaciones sociales, o a las redacciones de buena parte de los medios de comunicación, que asisten atónitos a la explosión de las redes sociales, convertidas en medios propios del movimiento. Si el 15-M fue el catalizador de las redes y los nuevos medios de comunicación, una de las primeras cosas que han hecho los indignados franceses han sido crear una radio on line y un canal propio de televisión, --TV Debout--, a lo que añaden la retransmisión de buena parte de la movilización por Periscope.

Ahora bien, tras la protesta, ¿qué propuesta? Es indudable que el 15-M en España, y probablemente otros movimientos de similar naturaleza en otros países, han tenido innumerables impactos que no caben en estas líneas. La modificación del sistema de partidos en nuestro país puede que sea el más visible, pero sin duda, no es el único. El simple hecho de su existencia sirvió para violentar al conjunto del sistema y plantear la necesidad de repensarlo casi todo. Está por ver, sin embargo, qué hay de nuevo en lo nuevo. Qué nuevas formas y nuevos fondos se construyen en los nuevos partidos, en las nuevas iniciativas económicas o en las nuevas formas de organización e innovación social. Ojalá, esta vez sí, bajo los adoquines esté la arena de la playa.

Politóloga