Nada sucede por casualidad. El presidente argentino, Macri, desalojó a la populista Kirchener prometiendo mil maravillas. Pero acaba de poner a su país en manos del FMI. Por el camino, la deuda pública pendiente desde los tiempos del corralito ha sido negociada con los fondos buitre (que la compraron durante la liquidación por derribo) otorgándoles beneficios del mil por cien.

Pero a Macri no se le ha puesto ni se le pondrá en la lista negra de los mandatarios indeseables, como no está allí Peña Nieto, el presidente de México, un país donde la vida humana ha dejado de tener valor, el crimen organizado se ha hecho dueño del Estado y los periodistas son asesinados por decenas. Nadie hablará de ellos como se habla (con motivo) de Maduro, el venezolano, o de Ortega, el nicaragüense. Solo porque unos están en la martingala y otros no.

Tampoco la aparente irracionalidad es siempre fruto de la locura o la estupidez. Existen poderosas causas por las que Trump ha dinamitado el acuerdo con Irán. El atroz inquilino de la Casa Blanca responde a los intereses de los halcones judíos, al deseo de los evangélicos del Medio Oeste norteamericano (que consideran el renacimiento de Israel un designio divino), a la torva alianza de la extrema derecha hebrea (que domina las instituciones del Te Aviv) con los integristas suníes de Arabía Saudí... y a las maniobras especulativas de quienes manejan el mercado de futuros petroleros y ahora van a ganar inmensas fortunas. La aparente realidad de un inquilino de la Casa Blanca majara y prepotente esconde los proyectos hegemonistas del neoconservadurismo estadounidense. Todo encaja: las purgas en el equipo presidencial para eliminar a los tibios, el nombramiento de una torturadora como directora de la CIA, las mismas relaciones de Trump y su camarilla con centros neurálgicos del capital financiero más agresivo.

Lo demás, teatro. Netanyahu, el belicoso israelí estuvo junto a Putin, el gran aliado del Irán chií, en la conmemoración de la victoria rusa en la II Guerra Mundial. ¿Qué hacían allí, juntos? Nada bueno, seguro.