Hace veintitrés años un joven licenciado en Geografía se planteó una idea: hacer de su ciudad un centro modélico en la conservación y restauración del patrimonio histórico, en la promoción cultural y en la proyección de la excelencia. De aquella idea surgió un proyecto que se plasmó en una gozosa realidad: la Fundación Santa María de Albarracín. Aquel joven geógrafo se llama Antonio Jiménez, y sigue siendo director-gerente de la Fundación casi medio siglo después. En todos estos años, con el patronato del Gobierno de Aragón, el Obispado de Teruel-Albarracín, el Ayuntamiento de Albarracín e IberCaja, se ha realizado una labor extraordinaria. Se han restaurado todo tipo de bienes muebles, el palacio episcopal, la catedral, las murallas, la iglesia de Santiago, la de Santa María, la casa de la Julianeta, la casa de los Pintores, la casa de Santa María, la ermita de San Juan, la ermita del Carmen, se han puesto en marcha el Museo Diocesano y el Museo de Albarracín y se han realizado multitud de cursos, de jornadas y de encuentros en diversas disciplinas humanísticas y técnicas. Como fruto de semejante labor, la Fundación Santa María ha recibido múltiples premios y reconocimientos nacionales e internacionales, entre los que destaca el prestigioso «Europa Nostra». El director Antonio Jiménez también ha sido reconocido a título individual con varios premios.

Desde que existe la Fundación Santa María, Albarracín ha dado un salto cualitativo exponencial, y los trabajos realizados y la labor de promoción llevada a cabo son un verdadero ejemplo de cómo el patrimonio, bien gestionado, conservado y valorado, supone un valor añadido extraordinario.

Albarracín, con apenas mil habitantes, es uno de los centros urbanos más hermosos de España. Su ubicación en el desfiladero del río Guadalaviar, sus edificios monumentales, su armónico conjunto y su paisaje hacen que visitar esta ciudad medieval sea una experiencia inolvidable.

En esta España en la que prima lo inmediato, lo banal y lo estridente, encontrarse con un centro como la Fundación Santa María supone un soplo de aire fresco que conforta y genera la sensación de que todavía hay cosas y gente en este país que merecen la pena.

Albarracín es una joya del patrimonio y de la historia de Aragón, pero sin la Fundación Santa María esta ciudad no hubiera logrado alcanzar la relevancia que hoy ha adquirido. Porque cuando se hacen las cosas bien y se deja trabajar a los profesionales adecuados, los resultados suelen ser extraordinarios.

*Escritor e historiador