Cuando abres tu nevera es posible que encuentres un par de mangos en el cajón de la fruta. Quizá tengas un zumo de maracuyá o de piña en tu lateral y tal vez, incluso tengas naranjas siendo agosto. Todo esto es posible gracias a la importación y a la compraventa internacional. Con suerte, puede que tengas melocotones de Calanda o cerezas de Calatayud, pero en el fondo si te apetece una piña, en el supermercado comprarás una piña y no una manzana. Y probablemente no te fijes en su lugar de origen. Aunque imaginarás que esa papaya anaranjada que te estas comiendo no ha crecido en las Cuencas Mineras o en Sabiñánigo ¿no?

Este mes, en el lugar de procedencia de la mayor parte de frutas tropicales que pueblan nuestra nevera, están ocurriendo los mayores incendios de las últimas décadas. Me refiero por supuesto a América del Sur: Bolivia, Perú y especialmente Brasil. En los casi ocho primeros meses del año se han producido casi un 84% más de incendios que en el mismo periodo del año pasado en la Amazonia brasileña. Hay estados donde los incendios (intencionados por supuesto) han aumentado más de un 200%, especialmente aquellos del interior del país donde, precisamente, apoyaron masivamente al presidente ultraderechista Jair Bolsonaro en las elecciones de otoño del año pasado. En Acre y en Rondonia, junto a la frontera con Bolivia, superó el 70% de los votos. La tala y la quema de la Amazonia es un problema global, porque se consume en el fuego el pulmón verde del planeta y porque se aumenta en cientos de miles las hectáreas de producción agraria, tanto soja como algodón como frutas tropicales que después competirán en los mercados internacionales con unos precios más bajos que los productos europeos, debido a las constantes depreciaciones de los salarios. Y como ciudadanos europeos tenemos que presionar al Gobierno de Brasil para que frene los incendios y la posterior siembra indiscriminada donde prima la ley del más fuerte.

Por otro lado resulta muy importante el reciclaje en nuestros hogares y separar los residuos entre vidrio, papel, envases y materia orgánica. Pero también es esencial comprar productos de cercanía y de temporada. Porque si quieres comer cítricos en verano o tomates en invierno, seguramente hayan tenido que venir del otro lado del planeta causando una grave huella ecológica. La apuesta principal por el consumo local no es solo una medida para proteger a nuestro sector agrario (y frenar la despoblación del mundo rural), sino también, para salvar al planeta. No es sostenible que comamos alimentos producidos a más de 5.000 kilómetros de distancia, aunque desde luego no renunciamos a las exportaciones de nuestros productos de calidad. En la pasada legislatura, el Gobierno de Aragón invirtió más de 400 millones de euros en lo modernización de explotaciones agropecuarias, incorporación de jóvenes agricultores, creación de regadíos, transferencia de conocimientos e innovación y promoción agroalimentaria. Y de vez en cuando hay que recordarlo: la defensa de nuestro país, o de nuestra comunidad autónoma, no se realiza poniendo una bandera en el balcón o llevando una pulserita rojigualda. Tenemos que apostar por los alimentos de Aragón cuando vayamos a hacer la compra y apostar más por peras, cerezas, borrajas y manzanas. A fin de cuentas, ya decían nuestros mayores que los placeres son como los alimentos: los más simples son aquellos que menos cansan.

*Politólogo y escritor