Después de subir numerosos peldaños, con un sol de justicia, para llegar a la ciudad alta de Atenas, lo que conocemos como Acrópolis y entrar por la puerta de los Propileos, transitar por el templo de Atenea Niké, por el Partenón y por el Erecteión, se puede ver, hacia el oeste, la colina de Ares, un lugar en el que el tribunal más prestigioso de Atenas (El Areópago) se reunía para juzgar a aquellos que hubieran cometido delitos importantes como asesinatos, homicidios o cualquier otra clase de agresión, luego otros cinco tribunales imponían las penas condenatorias. Dependiendo del tipo de proceso y de su importancia, se requería un número distinto de jurados en el que participaban tribunales populares compuestos por ciudadanos.

Grecia en la antigüedad fue un referente de democracia y sabiduría, sentó los precedentes para que las democracias hayan podido desarrollarse hasta el nivel que conocemos hoy, ese nivel se reflejaba en la construcción de la Heliea, un tribunal formado por numerosos ciudadanos que ejercían de heliastas (antiguos magistrados). Roma también adoptó un sistema parecido, el pueblo tenía una participación en los veredictos, y los países escandinavos en el siglo VII también con las juntas comunitarias. En general el jurado popular tuvo un papel claramente democrático: poner límite al poder estatal. Más adelante fueron los Estados Unidos los que utilizaron este sistema, lo conocimos a través de sus películas cuando aquí era impensable y lejano, hasta que en 1995 se incorporó en España el Tribunal del Jurado, lo hemos visto en numerosos juicios y, en muchos de ellos, como en el actual del crimen de los tirantes, los veredictos han suscitado muchas polémicas, entre otras cosas por la falta de congruencia entre pruebas irrefutables y la resolución del jurado popular.

Realmente ningún sistema es perfecto, quizá podríamos decir que los hay mejores o peores basándonos en su mejor o peor funcionamiento, en los problemas y desigualdades que generan o en la desconfianza que provoca al ciudadano.

En España este sistema, en general, no está muy bien considerado, crea incertidumbre, suspicacias cuando se ven veredictos inexplicables de un jurado que está compuesto por ciudadanos que acceden personalmente a esa condición, sin nivel de preparación específica para el que han sido asignados, por lo que la homogeneidad técnica es inexistente y esto suele llevar a tener criterios influenciados por los mejores oradores de la defensa, como ocurría en Grecia, sabemos que el poder de la oratoria era tal que se abrieron escuelas para conseguir el dominio de la elocuencia, de la palabra, con la clara intención de convencer y persuadir a los jurados.

Es un derecho y un deber, según nuestra ley, ejercer de jurado popular, pero no deja de ser una gran responsabilidad, incluso diría que una temeridad verter el voto de culpable o inocente, cuando nadie de los miembros está libre, ante la falta de fundamentación acreditada, de ser persuadido por signos de apariencia, otra cosa sería que estos miembros fueran heliastas o letrados o jueces legos, algo semejante a un jurado mixto con bases documentadas. En Alemania tienen un sistema análogo y, parece ser que el nivel de satisfacción y de confianza que tiene la población en la justicia es buena, además es una manera de evitar poner a los ciudadanos de a pie en un brete y poder llegar a resultados más ajustados a hechos probados.

*Pintora y profesora