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Tres en uno

Daniel Gascón

Hoja de ruta

Una de las virtudes del nuevo Gobierno, sugieren sus defensores más prudentes, es que no podrá hacer mucho. Otros dicen, para tranquilizar, que Pedro Sánchez traicionará a sus socios como ha hecho siempre. Las prisas para lograr la investidura y el anuncio de que la formación del Gobierno va a requerir una semana presagian dificultades. La coalición será inestable, pero eso no quiere decir que sea breve: los matrimonios infelices no siempre duran menos que los felices, y desde luego se hacen más largos.

Aunque casi da pena decir adiós a este prolongado periodo de interinidad sin gobierno, y el fin de nuestro experimento anarquista despierta cierta nostalgia, el cierre de este parón es una buena noticia. La llegada al poder de UP es un éxito del partido y muestra la capacidad del sistema para integrar otras demandas. Los más optimistas defienden que el nuevo Gobierno puede impulsar medidas sociales, aunque el pacto entre UP y PSOE tenía más hojarasca que concreción: Miquel Roig lo definió como un programa socialdemócrata-unicornista.

Sánchez no consideró necesario explicar su acuerdo con Esquerra Republicana. Parecía difícil: unas palabras significan unas cosas para el PSOE y otras para ERC, y los redactores lo sabían y además sabían que sus votantes conocían ese juego de eufemismos, mantras y trampantojos. En general, en el debate de investidura, más que un verdadero proyecto, se reivindicaba que quienes formaban parte de la coalición no eran lo que eran los otros. Es una especie de oposición a la oposición.

El Ejecutivo será frágil: tenemos gobierno, ya veremos si gobierna. Posiblemente la convivencia con Iglesias creará disfuncionalidades y problemas: en la relación con las instituciones, en cuestiones comunicativas. Si un Gobierno en minoría de socialdemócratas y un partido a su izquierda es algo inusual, aquí tiene la particularidad adicional de sostenerse con el apoyo de fuerzas que buscan la destrucción del Estado (moderación significa perseguirla a medio plazo).

Las anticipaciones más catastrofistas que se oyeron en el Congreso son exageraciones: la hipérbole distraerá de los errores reales. La debilidad parlamentaria y la fragmentación de los apoyos se combinará con los límites que impone el sistema. Para camuflarlo se recurrirá a la guerra cultural (que, si conviene, puede incluir, como ya ha hecho, a esos límites del sistema). Dentro de cada bloque habrá riesgo de sobrepuja: el PSOE tendrá que defender su terreno frente a Podemos y el PP frente a Vox. Es probable que haya poca legislación real, pero mucha batalla de símbolos, con una retórica divisiva e impugnaciones totales al adversario. @gascondaniel

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