Nos dijeron que esta iba a ser la semana decisiva, la que llevaría la curva de casos de coronavirus a lo más alto en España, pero acaba hoy y da la impresión que el pico aún no ha llegado. Que la curva no va a bajar ya mismo y que todo va hacia arriba. En poco más de dos meses hemos pasado de una alerta en una provincia china que ni conocíamos a una crisis sanitaria global que ha provocado que un tercio de la población mundial esté confinado y esté causando una parálisis económica de consecuencias incalculables. Las cifras siguen al alza en nuestro país, sobre todo en Madrid y Cataluña, pero en Aragón se dispararon ayer los muertos y se ronda el centenar. Los ciudadanos ven cómo la sociedad se desgarra y su única fe está puesta en el personal sanitario, en los servidores públicos con uniforme y en el acompañamiento que miles y miles de españoles solidarios hacen en la medida de sus posibilidades. Algo que debería hacer reflexionar, y mucho, a políticos y expertos científicos.

El caso de Italia es un gran contraste con el de España. El primer ministro, Giuseppe Conte, ha disparado su popularidad desde que comenzó la pandemia y ha conseguido que hoy todos los italianos confíen en él y miren en la misma dirección. A pesar de la negativa estadística. Es lo que suele ocurrir cuando todo un territorio y sus ciudadanos están amenazados por situaciones graves. En España, Pedro Sánchez (por muchos discursos que haga en televisión) no sigue los mismos pasos. Es verdad que casi no se había recuperado de las críticas por una investidura puesta en entredicho por muchos españoles por haberse apoyado en independentistas vascos y catalanes para sacarla adelante, e incluso por haber formado el primer Gobierno de coalición de la España constitucional, y además con el Podemos de Pablo Iglesias. Pero buena parte de la sociedad no está nada convencida de que las medidas que tome este Gobierno van a ser las adecuadas para solucionar el problema. De hecho, se ha oído una cacerolada desde los balcones y las terrazas contra el Ejecutivo, e incluso contra el mismo jefe del Estado. Se están produciendo una serie de acontecimientos que no solo no ayudan al mando único, sino que le perjudican. Como el fraude de los test, el elevado número de personal sanitario contagiado por el coronavirus por la falta de material de protección (y en menor medida entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y en el Ejército) y la tardanza en llegar a los hospitales los equipos necesarios por más que se anuncian días y días.

Incluso da la impresión que el responsable del centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, el zaragozano Fernando Simón, y su equipo ya no gozan de tanto buen predicamento entre los españoles. «El tiempo se os agota», parecen decirles muchos.

Políticos y expertos tienen que reflexionar un poco, si pueden. Otro ejemplo. No es normal que nadie haya salido a defender ni la postura de fuerza que España y otros siete países, entre ellos Italia, mantuvieron en el último Consejo Europeo para que los países pobres, con la ayuda de Francia, consiguieran unas medidas económicas aceptables ante la situación caótica que se está viviendo ya en el sur de Europa, principalmente. En Italia sí que ha habido apoyos al primer ministro por su postura de fuerza frente a poderosos como Alemania. En españa, no. Lo primero es solucionar lo que tenemos encima. La tensión, política, social o la que sea, hay que posponerla para después de la crisis. Poco ganaremos si con una realidad distinta a la que había, por ejemplo, en enero, la política, la de todos, es la misma. Se vio recientemente en ese debate político de madrugada en el Congreso de los Diputados. Mucha lealtad de palabra, pero muchos reproches de hechos.

La visión que desde Aragón se tiene de la situación nacional es parecida. Pero en el territorio hay una diferencia. Todos parecen haber entendido que es momento de unidad y no solo se ven juntos a Javier Lambán y a Jorge Azcón en uno de los hospitales de campaña que se están montando (en Madrid también se ven populares municipales y de la comunidad con socialistas del Gobierno, pero luego se echan pestes) sino que la oposición está en silencio. Cierto que entre la DGA y el consistorio zaragozano hay seis partidos gestionando, pero se divisa otra armonía y se entiende que es hora de apechugar entre todos.

Desde sus balcones, a las 8, los españoles han puesto de abanderados de la resolución de la pandemia a los sanitarios. Los demás, que se preocupen de dotarles de medios, que no lo hacen bien. Triste.

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