En medio del estado de paranoia en el que se halla, el PP se ha sumado a la ultraderecha para dirigir una cruzada contra el comunismo de hoy, como si fuera una atroz ideología a prohibir. La cruzada está en manos de quienes gobiernan la capital y la comunidad de Madrid: ya puestos a hacer el ridículo, que sean dos expertos en lo grotesco. Martínez-Almeida y Díaz Ayuso defienden el lema Comunismo o libertad con un simplismo sobrecogedor (de escalofriante, no de coger sobres) y un discurso rancio para el siglo en que vivimos. Vuelven a meter miedo con el «terror rojo» y a decirnos que el comunismo equivale a tiranía y hambre. Es como afirmar que la Iglesia católica de hoy significa inquisición, tortura y muerte en la hoguera. Pero así es la política que practican: un ideario de los años cuarenta adornado con un lenguaje pueril.

Gracias a estos dos genios, ahora sabemos que Adolfo Burriel, José Mendi, Jesús Lacasa, Miguel Ángel Fustero, Raúl Ariza, Patricia Luquin, Alberto Cubero y Álvaro Sanz, entre otros muchos miles de personas, son unos malvados bolcheviques que aún esperan meternos en campos de trabajo, fusilarnos o enviarnos a la Siberia más próxima, la estación de Delicias, y sin un euro para usar los servicios. Comunismo o libertad es humor absurdo, porque los comunistas sí lucharon por la libertad, precisamente contra los ancestros de la derecha actual. Hace pocos días, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le recordó al mundo quiénes estaban en el lado bueno de la Historia: «Jamás olvidaremos a los republicanos españoles -comunistas incluidos- que se juntaron con la Resistencia francesa y nos han permitido seguir siendo libres». Eso sí que es un zasca histórico.