El Sr. Casado ha comparado el triunfo del PP en la Comunidad de Madrid, con la caída del Muro de Berlín. Nada más y nada menos. Pues vale. Siguiendo la lógica, los recientes resultados obtenidos en Cataluña por su partido equivalen a la desaparición de los dinosaurios de la faz de la tierra. El discurso de muchos políticos cada vez es más irracional, más falso, más exagerado. Trump creó escuela y en Madrid le imitan con notable éxito. El nivel es cada vez más bajo, de barra de bar. Aquí todo el mundo sabe de todo, pontifica sobre todo y se atreve a corregir a los especialistas, que lo son tras años de estudio y décadas de experiencia. Una vez hacen de epidemiólogos y otra de juristas, o de científicos sociales. Para todo aprovechan inspirados por la ciencia infusa y ya no por el Espíritu Santo, sino por la Santísima Trinidad en pleno. No hay otra explicación. En las Cortes de Aragón (¿quién se entera de lo que pasa en la Aljafería?) hay numerosos ejemplos. Un poco de humildad, por favor. Cabe preguntarse si la Sra. Arrimadas atemperará su discurso en los próximos meses vista la debacle y la desbandada en su partido. Sube el tono para arrearle al Gobierno cada semana pero de autocrítica nada. El PSOE de Madrid pasa a ser el tercer partido y eso que Gabilondo no pecó precisamente de falta de humildad, pero su discurso, buenista, conciliador, ausente a menudo, constructivo siempre, no caló. Así que, cura de humildad y a buscar soluciones. Iglesias Turrión pasa de asaltar los cielos a irse por no sumar, de sois una casta a necesitamos sumar. A ver si aprendemos. ¿Habrá en el futuro un debate político propio de una democracia madura construido desde el rigor y que busque el bien común o se impondrá el todo vale con tal de ganar? Gramsci sugirió una vez que el pesimismo de la razón debe aunarse al optimismo de la voluntad. Tengo muchas dudas.