Se cumple una década desde el 15 de mayo de 2011 y lo veo cada vez que miro al espejo. Mirando para atrás veo cómo eran esos días. Estábamos ya sufriendo severamente las consecuencias de la crisis de 2008. Los recortes y los desahucios ya habían comenzado y la cifra de parados en aquel momento se acercaba a los 5 millones, y subiendo. Yo era uno ellos. La situación económica era muy mala y las perspectivas peores. Recordemos que la crisis de la deuda y los rescates vinieron un par de años después. Pero no fue solo la situación económica. En aquel momento ya se conocía la trama Gürtel, también el caso de los eres de Andalucía, el caso Pretoria y muchos otros. Además, y aunque no fuera corrupción, era evidente que la crisis no fue igual para todos. Mientras la mayoría nos teníamos que apretar el cinturón, había algunos que la cosa no iba con ellos. De ahí el lema de la manifestación del 15-M: No somos mercancía en manos de políticos y banqueros. El sustrato de donde salió el 15-M fue la mezcla de la crisis económica y de la corrupción. Fue el ver que no todos éramos iguales, y que cuando vinieron mal dadas, unos pagaron y otros ni se despeinaron. Tiempo después supimos que fue en esa época cuando el ex vicepresidente Rodrigo Rato se pulió casi 100.000 € de su tarjeta black en alcohol, viajes, hoteles y fiestas con absoluta impunidad y chulería. Mientras tanto Bankia iba hundiéndose y desahuciando. Un ejemplo concreto y claro del magma que fraguó al 15-M.

En cuanto a los acontecimientos vividos en aquellos primeros días, sin duda alguna, el activista que más contribuyó al éxito y generalización de la movilización, fue el delegado del Gobierno en Madrid. Con su genial actuación de desalojar a una docena de personas acampadas en Sol, consiguió como Jesucristo multiplicar los panes y los peces. En este caso las acampadas a lo largo y ancho de todo el país.

En Zaragoza la acampada fue modélica: calles ordenadas, limpieza y ausencia de situaciones violentas, que sí las hubo en otras acampadas. Y un no parar de actividades, charlas, manifestaciones, asambleas etc. Además, hubo mucha colaboración vecinal y de organizaciones varias. Mientras algunos líderes de la izquierda miraban con recelo e incluso desprecio al 15-M, sus bases y sus recursos estaban en la acampada. Las carpas y la electricidad las ofreció IU y CHA ayudó con algunas fotocopias (al César lo que es del César). Algunos grupos scouts también se mojaron. Y hay que reconocer que aunque la policía nos sacudió alguna vez, la situación no tuvo nada que ver con lo de Madrid o Barcelona. El delegado del Gobierno en Zaragoza de entonces, Javier Fernández, fue sin duda alguna, más sensato y profesional que su compañero de Madrid.

La aparición de las acampadas y su fortísima repercusión mediática fueron consolidando los lemas que había detrás de esa movilización, y que representaban el sentir popular. No hay pan para tanto chorizo, Lo llaman Democracia y no lo es, Que no nos representan, PSOE y PP la misma mierda es. Insisto: el 15-M fue un grito de cabreo

La evolución del 15-M fue frenética: la creación de la Marea Verde, la Marea Blanca o el fuerte impulso que recibió el movimiento Stop Desahucios no se podrían entender sin el 15-M. Pero sin embargo, también cayó en el adanismo. Había una sensación de que se estaba inventando la rueda a la par que un idealismo infantil que pensaba que la calle y la ciudadanía lo podían todo. Y así, entre el idealismo y la desafección (más que merecida) hacia los partidos, Mariano Rajoy obtuvo una mayoría absoluta en las elecciones de noviembre de ese mismo año. Y tuvo las manos libres para recortar derechos de todo tipo y llenar los bolsillos de sus amigos los banqueros.

El 15-M fue la protesta ciudadana más grande de la democracia. Pero el dogmatismo es malo siempre, y la izquierda es proclive a ello. Fue dogmática cuando ni siquiera fue consciente de lo que se estaba gestando. De hecho, en Zaragoza se convocó una manifestación el mismo 15-M pero por la mañana, para «aglutinar las luchas de las tierras aragonesas» con un montón de siglas detrás y menos de la mitad de gente que convocó por la tarde Democracia Real ¡Ya! Y luego está el dogmatismo a posteriori, que es justo lo contrario: ver el 15-M como si hubiera sido la revolución francesa y mitificarlo, cuando los resultados que tuvo fueron bastante limitados. Más gracioso resulta todavía ver 10 años después a todos los que criticaban el 15-M escribiendo grandes artículos y hablando de cómo ellos estuvieron allí. En la generación de mis padres mucha gente dice con más orgullo que sinceridad «yo corrí delante de los grises». En la mía pasa lo mismo, pero dicen «yo estuve en la acampada».