Vaya la que ha montado el señorito Sánchez con el anuncio de los indultos del procés. Atrás quedó el viejo dicho de, el que la hace, la paga. Esto es, adiós a la justicia kármica. Nuestro presidente lo está corroborando con la poco procedente propuesta de indulto a los 12 líderes independentistas que cumplen condena por sedición, malversación y desobediencia, contraviniendo la sentencia del Supremo, que se opone a tal movimiento de fichas, por entender que no hay indicio de arrepentimiento. «No se aprecian signos de justicia, equidad y utilidad pública que justifiquen los cauces de la medida de gracia», luego debería ser inviable el planteamiento manifiesto del Ejecutivo con el que pretende corregir al Supremo, erigiéndose en una especie de segunda instancia jurídica, con poderes para desdecir a un órgano judicial de máxima instancia.

Comandante en jefe, ¿qué parte del «volvería a hacerlo» no ha entendido usted bien, señor? No parece que los insurgentes tengan intención de cambiar de actitud ni tampoco parece que estén pensando en bajarse del burro, más bien todo lo contrario, y sin embargo, en aras a «valores constitucionales como la concordia, el entendimiento y la superación de una crisis que desgarró al conjunto de la sociedad española en 2017», su señoría está pensando en los indultos. Entendible ese deseo, el de concordia, pero cuando menos, intrigante y preocupante, en tanto en cuanto pone de manifiesto la reiterada actitud antidemocrática de Sánchez y compañía, recurriendo a la amnistía (uno de los recursos más empleados por los dictadores de la Historia para borrar de un plumazo gravísimos delitos), como si nada. Habrá que ir procés-ando.