Si política quiere decir pedagogía, en expresión de Rafael Campalans –uno de los referentes del socialismo catalanista–, aún es más necesario ahora que nunca, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, orillar los discursos demagógicos y recobrar las argumentaciones pedagógicas. Esta era ya una necesidad para encauzar el doble desencuentro provocado por el procés, pero ahora es una urgencia para superar la alarma sanitaria y afianzar la recuperación económica.

Hubo un tiempo para la justicia y ahora es el tiempo de la política. Los líderes independentistas que cumplen condena respondieron ante el Tribunal Supremo de unos hechos que, con independencia de los tipos aplicados y de la contundencia de las penas dictadas, suponían una desobediencia clara: promovieron las leyes de desconexión, convocaron una consulta unilateral y avalaron la declaración de independencia. Su conducta fue sancionada: hubo juicio, se dictó sentencia y las condenas han sido cumplidas parcialmente (más de tres años de privación de libertad).

El poder judicial hizo su trabajo; ahora corresponde al poder político hacer el suyo. Es en este marco donde hay que situar la preceptiva tramitación por el Ministerio de Justicia de las peticiones de indulto a favor de los condenados. El informe del Tribunal Supremo no solo es contrario a su concesión, sino que toma una deriva política que es impropia de su cometido: apunta que «algunos de los que aspiran al beneficio del derecho de gracia son precisamente líderes políticos de partidos que, hoy por hoy, garantizan la estabilidad del Gobierno».

Es evidente que los 120 escaños del PSOE están en el origen de su coalición con Podemos y de sus alianzas con otras fuerzas, entre ellas ERC. Es también una obviedad que, una vez garantizada la investidura y la posterior aprobación de los presupuestos, el presidente Sánchez podría haberse desentendido de la cuestión catalana en la segunda mitad de su mandato: la derecha no dispone de los apoyos para una moción de censura. Sin embargo, el presidente, que respetó el tiempo de la justicia, quiere ejercer ahora sus prerrogativas políticas.

Pedro Sánchez sabe que una mayoría de españoles es contraria a los indultos en una proporción inversa a la mayoría de catalanes que los avala. La partida se juega en el resto de España. Las tres derechas, que reeditarán la foto de Colón, vuelven a hurgar en la herida que contribuyeron a cronificar. Sin embargo, la eventual concesión de indultos parciales –las penas de prisión, pero no las de inhabilitación– desborda el marco coste-beneficio de los cálculos electorales. Es una decisión de Estado que puede liberar a la política catalana de la carga emocional que la atenaza y reducir la fractura con las instituciones españolas. Es la hora de hacer política. Hacer política, salir del refugio de la comodidad, asumir decisiones difíciles y defenderlas con argumentos. Sí, indultos con pedagogía.