Tras medio año sabático sin escribir artículos, me reincorporo, por la amabilidad receptora del director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, a este medio informativo, e intentaré reflexionar sobre algunas cuestiones de actualidad. Lo haré, como siempre, con humildad, reivindicando el derecho a equivocarme, pero con honestidad y con pasión. Y siempre con respeto y educación hacia los que no piensan como yo. Mi objetivo no es dictar doctrina sino enriquecer el debate público. Empezaré por la eutanasia, el último derecho que los españoles estrenamos hoy, 25 de junio de 2021.

Hoy entra en vigor la Ley de la Eutanasia Antonio Postigo

El Congreso de los Diputados aprobó en marzo, con los únicos votos en contra de PP y Vox, la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (LORE), una iniciativa del PSOE cuya aplicación real se producirá a partir del 25 de junio, según recoge el BOE publicado el pasado 25 de abril. En este artículo solo pretendo hacer alguna reflexión en voz alta sobre el fondo de la ley, obviando las características técnicas, que son propias de otro tipo de escrito.

Por su novedad y sus características específicas, la LORE es una ley que tardará en implantarse con plena eficacia y generará una casuística diversa y esperemos que constructiva. Se trata de una ley que hará camino al andar. De todo el contenido de la LORE hay dos aspectos que quisiera resaltar: 1) El sujeto pasivo de la Ley: cualquier persona mayor de edad y con un año de empadronamiento en España que sufra «un padecimiento crónico e imposibilitante» o «una enfermedad grave e incurable causante de un sufrimiento físico o psíquico intolerables», podrá pedir la eutanasia o el suicidio asistido. 2) La Comisión de Evaluación y Garantía es el filtro final que decidirá sobre la aplicación o no de la eutanasia a un paciente terminal. Gran importancia la de este órgano.

Tras tres años de guerra (in)civil y cuarenta de dictadura, el año 1978, con la aprobación de la Constitución Española, supone el principio de la contemporaneidad para España (exceptuando el breve paréntesis de la II República). Y tras una serie de derechos importantísimos como la educación y sanidad universales y gratuitas, han sido aprobados por el Parlamento español otros derechos civiles individuales que han colocado a España en un lugar privilegiado de Europa y del mundo. Estos derechos de última generación son el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual y, ahora, la eutanasia. Todos ellos tienen una característica común: para todos son derechos y para nadie son obligatorios. Por eso, desde una perspectiva sensata, racional y democrática, no se entiende tanta oposición a ellos, a no ser que se posicionen tras unos principios ideológicos, disfrazados de principios religioso-fundamentalistas. Hay otro tipo de cristianismo, como el de Hans Küng, que se pregunta: «Todos tenemos una responsabilidad sobre nuestra vida. ¿Por qué vamos a renunciar a ella en la etapa final?» Eso es teología seria y rigurosa.

La eutanasia es el último logro de la contemporaneidad en la victoria humana sobre la muerte. El hombre (genérico inclusivo) controla ya todo el proceso de la existencia humana, desde el nacimiento a la muerte. En definitiva, es el triunfo de la ciencia, la libertad y la autonomía humanas.

Sin embargo, la muerte sigue siendo un tabú. Por eso hablamos poco de ella. Pero cuando a alguien se le pregunta si la teme, suele contestar que a lo que en realidad teme es al sufrimiento. El griego Epicuro (s. IV a. C.) lo expresó y argumentó magistralmente en su Carta a Meneceo. «Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Nada temible hay en el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir. De suerte que es necio quien dice temer la muerte, no porque cuando se presente haga sufrir, sino porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello que con su presencia no perturba, en vano aflige con su espera. Así pues, el más terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros».

El temor es al dolor físico, por supuesto, pero también al dolor psicológico de tener que seguir viviendo en condiciones insoportables. Morir bien es seguramente el deseo más universal, pero el concepto de buena muerte no es igual para todos. Con los avances actuales de la medicina se puede alargar la vida muchísimo, pero, con frecuencia, a costa de un gran sufrimiento o la pérdida irreparable de la mínima calidad de vida, bien sea por pérdida de facultades físicas o mentales. La perspectiva de un largo y penoso deterioro hace que muchos ciudadanos quieran decidir por sí mismos cuándo y cómo morir. Dejémosles ejercer ese derecho que, desde hoy en España, para todos es posible y a nadie obliga.

Hay quien sostiene que si se pudiera garantizar a todos los enfermos unos buenos cuidados paliativos, la eutanasia no sería necesaria. Pero la medicina paliativa no cubre ni todos los casos ni todos los tipos de sufrimiento. Eutanasia y cuidados paliativos no son opciones excluyentes, sino complementarias. Seguramente, la legalización de la eutanasia extenderá la cobertura de los cuidados paliativos. Ojalá.