La felicidad consiste en elevar a categoría de filosofía la simple comodidad. Sin embargo nuestra sociedad nos empuja a evitarla. Si nos acomodamos, somos unos vagos que solo triunfamos como perezosos. Señalamos, con envidia despectiva, a las personas pudientes porque pertenecen a la clase acomodada. Si disfrutamos de nuestro trabajo, o en nuestra empresa, tememos encasillarnos. La base de nuestra fisiología nos pide comodidad en los pies. En cambio, practicamos la podología sadomasoquista con el calzado. La desaparición de los acomodadores en los cines, ha llenado de individualistas linternas de móvil las salas de proyección. Opinar es más fácil que pensar. Lo ideal es sentirnos más cómodos razonando que hablando.

La psicología debe defender la 'psicomodidad' como una terapia de vida saludable. En cambio, los falsos profetas del positivismo sin sentido nos impulsan a salir de nuestra «zona de confort». Nos enseñan, desde niños, que la felicidad es incompatible con la comodidad. Se confunde la normalidad de sentirse bien, a gusto, con la búsqueda hedonista del placer. No es eso. Nos inculcan que sin sacrificio, sin esfuerzo y sin sufrimiento, no es posible realizarse en esta vida.

Doctrinas religiosas

El razonamiento no es nuevo. La mayoría de religiones han impuesto esa tesis en sus doctrinas, tanto en sus creencias como en la colonización cultural desplegada. Las personas que demandan apoyo psicológico no buscan la felicidad. Y los que la buscan son los más infelices, porque nadie nos ha enseñado lo que significa ser feliz. Los pacientes, y no pacientes, buscan la comodidad. Consigo mismo, con los demás y con lo que les rodea. No es fácil. La felicidad es estar a gusto y sentirse a gusto. ¿Hay algo más cómodo?

El poder no da la felicidad, pero ayuda a que los demás estén cómodos. La política es incómoda si limita su acción a mantener el poder o acceder al mismo. Es difícil disfrutar de la realidad de las urnas porque la noche electoral la ansiedad ya anticipa los próximos objetivos. Si el resultado no es el esperado, y no se acepta, el duelo es inexistente y dificulta la adaptación.

Esta semana hemos visto a la derecha muy incómoda. El acto de la Fundación Concordia y Libertad, ligada al PP, fue una catarsis de la represión franquista que anida en buena parte de sus dirigentes. Algo que forma parte de la estrategia de freno y seducción a la ultraderecha. La jornada, celebrada en Ávila, no podía terminar bien. No debe sorprendernos ya que, entre los patronos de la mencionada fundación, está el señor Simpson. Los amigos de Casado, exministros de la derecha, llamaron «hijo de Rutte» al primer ministro holandés y negaron la historia del golpe de estado contra el gobierno legítimo de la república. Se puede ser conservador, pero hacer ostentación de la falta de educación y cultura, con negacionismo ultra, es una vergüenza tan incómoda como la verdad, para estos nostálgicos de la dictadura consentidos por la dirección del PP. Los miman porque, aunque no sean ellos, son como ellos.

En Moncloa, nuestro ‘MasterSanchef’ del gobierno comienza la elaboración de los segundos platos de la legislatura. La política, a la «Bolañosa», ya protagoniza algunas de las mejores creaciones.

La nueva Ley de Memoria Democrática cerrará digestiones inconclusas del pasado y eliminará flatulencias de la dictadura que avergüenzan nuestro presente. A Pedro Sánchez se le ve como Superman en su viaje por «Bidenland». Allí entienden de cine, así que igual consigue que España sea el Hollywood europeo para Netflix, Amazon y demás industria audiovisual.

El virus sigue en juego. Afortunadamente, las vacunas ganan por una goleada de 25 millones. La oscense Rosa Serrano será la nueva delegada del gobierno en Aragón. El PSOE altoaragonés sigue al alza. No guarden todavía la foto de la toma de posesión de Pilar Alegría como ministra, porque tiene mucho futuro.

Espinosa "de los manteros"

Esta semana estuvo por aquí el portavoz en el Congreso de Vox. Espinosa «de los manteros», como se le conoce por sus diatribas contra los inmigrantes. Habló de agua. Para una formación que tanto odia lo «trans» resulta chocante que defienda con tanto ímpetu el transvase del Ebro.

En Zaragoza, Azcón promueve barrios solares. La idea es buena. Aunque él está más cómodo con sus desconocidos solares familiares en los barrios. Es un avance que invierta los términos.

En fin, si están cómodos no se sientan culpables. Sencillamente, disfruten de estar a gusto porque esa sensación, si no lo es, se parece mucho a la felicidad.