La oferta de Vox ha resultado atractiva para 3,6 millones de españoles en las generales del 10-N de 2019. Hay que estudiarla. Me basaré en el libro ¿Qué hacer con la extrema derecha en Europa? Uno de sus capítulos está dedicado a Vox y es de Guillermo Fernández Vázquez, el cual señala que su programa electoral es comparable al de las formaciones de derecha radical, que irrumpieron en Europa a finales de los años ochenta: autoritarismo en lo moral y neoliberalismo en lo económico.

Patriotismo de bandera

Su marca está vinculada a 4 grandes ejes temáticos: Cataluña (la nación española en peligro), seguridad (libertad de las personas para defenderse de sus agresores, sobre todo extranjeros), reivindicación de la tradición (modelo de familia patriarcal, matrimonio heterosexual, oposición al aborto y la eutanasia…), y apuesta por un neoliberalismo económico, con políticas de rebajas de impuestos, desregulación y privatizaciones del sistema público de pensiones, sanidad y educación.

Vox comparte con los principales partidos de la extrema derecha europea otro rasgo: la voluntad de generar asombro con su comunicación política. La provocación como estrategia para gozar de una presencia constante en los medios, marcar la agenda política, condicionar el debate político y dar la batalla cultural a la izquierda. Así se indigna a los sectores progresistas y descoloca a la derecha. Son ejemplos: las controversias sobre la ilegalización de los partidos independentistas y los que no renuncien al marxismo; la aparición de Abascal con el casco de los Tercios de Flandes o el vídeo en que aparece a caballo, mitad Quijote, mitad capitán de la Reconquista; el rechazo del término «violencia machista» negando las cifras de los servicios públicos de asesinatos de mujeres. Ortega Smith acusando a las Trece rosas de torturar, violar y asesinar vilmente. Elige librar todas las batallas culturales al neoliberalismo progresista. En definitiva, se habla de lo que Vox quiere y lo consigue. Para ello, cuenta con un gran apoyo mediático. Y la izquierda entra al trapo y descuida aquello que a Vox puede hacerle más daño, como cuestiones semiocultas en su programa electoral y vitales en un Estado de bienestar. Me fijaré en algunas.

Dentro de las 100 medidas de su programa para las elecciones del 10-N de 2019, sin memoria económica, la nº 53: un nuevo modelo para nuestras pensiones (mixto de capitalización y reparto). En un primer momento sería al 50% por medio de pensiones públicas y el otro 50% por el sistema de capitalización privado. Este sistema mixto es irrealizable porque de llevarlo a cabo significaría el hundimiento del sistema público, al quitarle de los ingresos de la Seguridad Social unos 45.000 millones de euros anuales, que la llevarían inmediatamente a la bancarrota y ese es el objetivo de Vox, para así obligar a todos los trabajadores a acogerse al sistema privado de capitalización. Sigue al pie de la letra el modelo implantado por Pinochet en Chile, con unos resultados dramáticos. La plaza de la Constitución de Santiago de Chile simboliza el centro de poder. Allí está el palacio de La Moneda bombardeado por Pinochet en 1973. También bombardeó a la tercera edad, como a Mario Enrique Cortés, de 80 años, que en 2014 murió de infarto en pleno invierno trabajando para una empresa de jardinería, como a otros muchos ancianos por sus pensiones misérrimas, en torno a 230 dólares. Se levantaba a las 4 de la madrugada para llegar a su trabajo desde la comuna de El Bosque; iniciaba a las 6 y finalizaba a las 3 de la tarde. ¿Están claras las consecuencias de privatizar las pensiones? Pensiones de miseria y gran negocio para bancos y fondos de pensiones. Además, hay otro aspecto de un sistema privado de pensiones que pasa desapercibido a nivel mediático. Esos fondos de pensiones que gestionan los capitales ahorrados por los trabajadores invierten en acciones o títulos, lo que deja el cobro futuro de las jubilaciones al albur de las oscilaciones de los mercados financieros y al mayor o menor acierto de los gestores a la hora de invertir. Los riesgos recaen exclusivamente sobre los clientes.

Hablemos de su política fiscal. Rebaja radical del Impuesto sobre la Renta. Aumento significativo del mínimo personal y familiar exento a 12.000 euros. Tipo único fijo del 20% hasta los 60.000 euros anuales, tributando al 30% cualquier exceso sobre el mencionado límite.

Según datos de la Agencia Tributaria, la recaudación de IRPF se reduciría a la mitad. Unos 35.000 millones menos. Reducir el tipo general del Impuesto sobre Sociedades al 20% con una reducción del 5% en el caso que los beneficios no se distribuyan y se mantengan en la empresa como reservas. Reducción del impuesto de sociedades para las pymes al 15%. Supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones y Plusvalías municipales. Todo esto me recuerda a aquella mítica secuencia de los hermanos Marx en la película Una Noche en la Ópera, donde Groucho hace un pedido de comida a un camarero, y cada vez que añade un nuevo plato a la lista, desde dentro del camarote Chico dice: «Y también dos huevos duros», y Harpo hace sonar la bocina, con lo que Groucho interpreta y dice: «En lugar de dos, pon tres», y así varias veces.

La pregunta parece obvia con estas brutales rebajas fiscales: ¿cómo quieren mantener nuestro Estado de bienestar? ¿Con la bandera?