Dice la sabiduría popular que la «carne en calceta, para el que la meta». Y no le falta razón. Me pasa lo mismo con las croquetas. Te ofrecen de esto o de lo otro, pero si no son las de casa o hechas por alguien de mucha confianza… pues como que no. No sabes lo que llevan dentro y lo que te comes seguro es un montón de harina con poco más para darle algo de sabor. Hay discursos parlamentarios que me recuerdan a las croquetas de dudoso gusto y contenidos diversos de muy baja calidad. El verano además se presta mucho a las faenas, diríamos a las croquetas de aliño, porque no suele haber mucho tema sustancioso pero hay que buscar el minuto de protagonismo. Pues bien, el experto/a en elaborar el discurso/croqueta parlamentaria decide atacar con la pandemia, es un ejemplo. Y lo primero que hace es leerse el argumentario que le mandan desde Génova, después consulta a sus periódicos preferidos, o sea el OKdiario y similares y por último adereza todo con kilos de mala leche, que de eso andan sobrados. Se me olvidaba, también se llama al cuñado, que sabe de todo, por si tiene algo que aportar. Y voilà, ya está hecha la pasta para convocar la rueda de prensa y venderles una buena ración de croquetas basura. Naturalmente otros componentes de calidad, como el conocimiento científico y técnico quedan descartados en el proceso de elaboración. El resultado final es un contenido impresentable que trata de enmendar la plana a los verdaderos técnicos que, tras años de formación y de experiencia en epidemiología y salud pública piensan detenidamente y sopesan pros y contras de cada una de las medidas que hay que adoptar. Lo que se ofrece desde la sede parlamentaria es una crítica irracional sin más propósito que demostrar lo mal que se hace todo. Y lo sostiene alguien que no tiene ni idea de lo que habla, que no aguantaría ni un segundo un debate con un funcionario experto. ¿Por qué tenemos que aguantar tanta mediocridad?