La periodista estadounidense Anne Applebaum ha venido a España para recoger el premio Francisco Cerecedo, que concede la Asociación de Periodistas Europeos. Applebaum, que escribe en The Atlantic, cubrió los países de Europa del este en los años 80. Ha escrito en medios como The Economist, The Washington Post y The Independent. Como historiadora ha publicado libros admirables. Maneja mucha información y escribe con claridad y pulso narrativo. Podría decirse que el tema de esas obras es la represión ejercida por los regímenes comunistas y particularmente el soviético: el poder y el terror. Gulag es un libro apabullante, que explica el funcionamiento del sistema de campos y cuenta historias concretas. El telón de acero narraba el proceso de sovietización de Europa del este tras la Segunda Guerra Mundial: cómo, de manera distinta en cada país, se fue ahogando el espacio para la pluralidad política, sociedad civil, los medios de comunicación, la actividad económica, las manifestaciones culturales, la vida cotidiana. Hambruna roja es el relato de la política genocida orquestada por la Unión Soviética en Ucrania en los años 30. Su libro más reciente, El ocaso de la democracia, no habla del pasado, sino del presente y "la seducción del autoritarismo". Comienza contando una fiesta en el cambio de milenio en Polonia, donde se reunían liberales y conservadores, ilusionados por una promesa de democratización y reformas. Veinte años después, muchos no se hablaban. Es un ensayo sobre esa fractura y sobre los mecanismos de la polarización, donde analiza otros ejemplos de populismo reaccionario en Hungría (Orbán), Reino Unido (Brexit), EEUU (Trump) y España (Vox). La mentalidad de Applebaum viene de la guerra fría: combina la fidelidad a los principios de la democracia liberal y el espíritu de combate contra el totalitarismo y sus avatares. Sabe contar el presente. Ha conocido la esperanza y la decepción. Se ha convertido en una de las mejores analistas de la crisis del centro derecha, que ella considera la fuerza esencial para frenar a la extrema derecha. Sus observaciones parten de la perplejidad ante una deriva que combina el irracionalismo, la nostalgia y el resentimiento, y sus advertencias son perspicaces y oportunas. Señala que entre las costumbres habituales de los autoritarios de todas las ideologías están el ataque a la independencia judicial y el intento -a veces aparentemente amable, a veces claramente despótico- de controlar a los medios.