La novela europea fue transformada entre 1926 y 1936, en sus dos grandes y futuras ramas, la novela lírica y experimental y la novela existencialista, por dos autores aragoneses, dos genios, Benjamín Jarnés y Ramón J. Sender. Jarnés creó el texto fragmentario y Sender llenó de vida el realismo.

Jarnés, heredero del modernismo (Rubén Darío, Gómez de la Serna) originó en 1926, con su primer libro, 'El profesor inútil', la novela onírica y fragmentaria. Ya no se contaba una historia a la manera del siglo XIX, sino que se jugaba con el lenguaje, dándole a sus figuras y fonemas mucho mayor protagonismo que a la trama novelesca.

Nuestro Jarnés, el Stravinski de la literatura, buscó una suerte de dodecafonismo lingüístico. De la misma manera que Stravinski supo transfigurar las grandes sinfonías, Jarnés transformó el castellano en trampantojos escénicos, en metáforas mínimamente argumentales que nos seducen como versos. Por ese camino, el de la fragmentación estructural, de la prosa poética y de la escritura onírica y automática, Jarnés, con pionera genialidad, coincidió con James Joyce y su 'Ulises' y abrió un camino de vanguardia a autores como Virginia Woolf y William Faulkner.

Nacido en Codo (Zaragoza) en 1888, Jarnés fue el decimoséptimo de veintidós hermanos. Ingresó a los 12 años en el Seminario de Belchite. En 1910, con 22 años, se alistó en el Ejército. En Madrid conoció a José Ortega y Gasset, con quien trabajaría en la Revista de Occidente y se relacionó con autores como Pedro Salinas, Jorge Luis y Norah Borges, Luis Buñuel o Federico García Lorca. Tras la guerra civil se exilió a México. En 1948, muy enfermo, regresó a Madrid, donde falleció en 1949.

Fue autor de una treintena de ensayos y novelas, varias de ellas obras maestras: 'El profesor inútil' (1926), 'El convidado de papel ' (1928), 'Paula y Paulita' (1929), 'Teoría del zumbel' (1930), 'Lo rojo y lo azul' (1932) o 'La novia del viento' (1940)… Varias tuvieron un enorme éxito y multitud de traducciones y alabanzas.

Hoy, sus libros son imposibles de encontrar. Los manuales de literatura no lo citan, en los colegios e institutos de Aragón no se estudia. Nadie lo lee.

España lo ha olvidado. Aragón, también.

¡Qué vergüenza!