Con este título parece que vamos a contar un cuento, pero no. Un pueblo políticamente culto, como el británico, con una democracia parlamentaria de las más antiguas del mundo, elige a un personaje que es un mentiroso compulsivo, reconocido y condenado, expulsado de un periódico por inventarse noticias cuando era corresponsal en Bruselas. Deshonesto, firma pactos que no cumple, desleal con sus correligionarios como con su antecesora Theresa May. Será ocurrente y divertido, pero ahora comprueban cómo se ha reído de la propia ciudadanía e incluso del luto de la reverenciada reina madre. ¿Pensaban sus conciudadanos que no les engañaría a ellos cuantas veces le interesara?

Hay una leyenda no siempre acertada acerca de las devaluadas promesas de los políticos y de sus previsibles incumplimientos. Conviene matizar. En muchas ocasiones las propuestas iniciales, los programas con los que los partidos se presentan a las elecciones, no consiguen un respaldo parlamentario suficiente y en consecuencia su aplicación no se puede cumplir. En otras, no se ha medido bien el alcance o la viabilidad de las propuestas, especialmente si se está en la oposición, de forma que al final se tornan irrealizables. Deberían estudiarse con más rigor tales propuestas programáticas y evitar incumplimientos.

Gregor

Deshonestidad

Pero en algunos casos, la deshonestidad de los candidatos antes de llegar a un gobierno plantea bastantes certezas de dudosos comportamientos éticos en el futuro. El convalidado Casado que ha hecho trampas en su currículum académico o la dirigente de Vox, Monasterio, que se salta la cola de sus colegas arquitectos para firmar proyectos antes de que tenga la habilitación legal para hacerlo, por poner dos ejemplos, muestra a gentes de poco fiar. ¡Si esto lo hacen sin tener los resortes del poder qué pueden llegar a hacer cuando los tengan!

Hay una leyenda no siempre acertada acerca de las devaluadas promesas de los políticos y de sus previsibles incumplimientos

En esto de las mentiras y medias verdades de la política hay otra clase de trampas a las que se suman y contribuyen los políticos profesionales y en ocasiones sus simpatizantes. Como hemos podido observar estos días del caso Garzón en los medios, se sacan dos cuestiones, las macrogranjas y la carne de baja calidad. El PP, en esa actitud tan irresponsable como la del ministro, ha hecho carnaza de este asunto, como alguien ha señalado acertadamente. Ha simplificado sus críticas diciendo que eran un ataque a la ganadería sin más. Algo hay de eso cuando habla de «carnes de peor calidad» que según el ministro son las que se produce en esas grandes explotaciones. Fuego a discreción, todo vale para el PP. A continuación, Garzón, sus simpatizantes y una colección de 'trolls' en internet han olvidado el párrafo referido a la carne y han llevado el debate al tema de las macrogranjas. Bienvenida una reflexión sobre este asunto, siempre necesaria, pero se trata de un debate que esconde las valoraciones sobre las características del producto que perjudica a la ganadería. En las etiquetas no se dice si se produce en una explotación familiar o en una más grande, en el supuesto de que las carnes sean mejores o peores según donde se producen. Así sobre la forma de explotación macro, micro o extensiva aparece Garzón como el defensor de los buenos productos, sostenibles medioambientalmente y esconde las graves consecuencias que pueden extraerse de sus palabras sobre lo que producen nuestros ganaderos.

Incapacidades

Enseguida han aparecido sus simpatizantes apelando a las cuestiones medioambientales de las macrogranjas y no tienen en cuenta que las micro descontroladas pueden ser igualmente perjudiciales y causantes de los mismos problemas. El acuífero de Doñana lo están secando cientos de pequeñas explotaciones y los nitratos y otras basuras que se vierten desde hace años en el Mar Menor no vienen de macro explotaciones agrarias. Han desviado un problema de organización de un sector productivo hacia una cuestión medioambiental sin duda grave, sensible a la opinión pública, con la que normalmente se simpatiza, para ocultar una metedura de pata. Los efectos medioambientales de determinadas prácticas ganaderas, agrícolas e industriales son preocupantes, bien lo sabemos en esta región con el lindano. Los responsables políticos que no mienten como Boris no deberían someternos a trampas dialécticas para salir del paso de sus incapacidades y sus simpatizantes-'trolls' tampoco. Un poco de respeto.