Un mes y medio después de publicarse la entrevista a Alberto Garzón en The Guardian, cuando ya todos habíamos olvidado la polémica, las Cortes de Aragón han decidido solicitar la dimisión del ministro de Consumo. O el Parlamento aragonés es muy lento y carece de capacidad de reacción inmediata o la vida política transcurre a toda velocidad. Desde entonces han pasado tantas cosas que uno se pregunta si el PP, instigador de la iniciativa, sigue realmente indignado o ha tenido que rebuscar en la leñera para echar madera a un fuego que no desea que se apague. La proposición quedó aprobada el pasado jueves con los votos de la derecha (PAR incluido), pero no resolvió las dudas que mantiene la ciudadanía respecto a las intenciones de los grupos sobre el modelo de ganadería para Aragón. ¿Todos apuestan por una ganadería familiar, como afirman? Si es así, ¿por qué hay que echar tanta leña al mono (al ministro), que realmente la defiende? Si no existen macrogranjas en Aragón, como aseguraba Ramiro Domínguez, de Ciudadanos, ¿por qué sentirse tan ofendido? ¿Y por qué la iniciativa de IU de apoyo al modelo familiar solo obtuvo los apoyos de CHA y Podemos?

Da la impresión de que el PP quería provocar pelea parlamentaria y utilizó una pregunta-trampa para su propósito. Ramón Celma enseñó un papel que recogía el conocido mensaje en redes sociales de Javier Lambán, en el que reclamaba que Garzón debería dimitir de inmediato por sus declaraciones al diario británico. Aquello ocurrió a principios de enero y el PP quería que Lambán volviera a echar más leña al fuego. Celma debería saber que el presidente de Aragón suele poner mucha intención en todo lo que dice, pero no es un loco incendiario.