El 9 de Enero de 1522 el Cónclave reunido en Roma, tras la muerte del Papa León, eligió Papa en ausencia, al Cardenal Adriano de Utrecht, que tomaría el nombre de Adriano VI. A la sazón era éste Obispo de Tolosa y Cardenal desde 1516. El joven rey Carlos I, de quien Adriano había sido maestro, le trajo consigo a España y le confió la supervisión de los asuntos políticos y diplomáticos como regente del Reino, en colaboración con el Cardenal Cisneros. Adriano de Utrecht se había elevado, desde unos orígenes humildes, hasta llegar a ser profesor de Teología en Lovaina, donde tuvo como alumno al gran Erasmo de Rotterdam.

La dificultad de las comunicaciones hizo que Adriano, por entonces en Vitoria por razones políticas, tardase en conocer su elevación al Pontificado. Esta noticia le causó sorpresa e inquietud, ante la enorme tarea que suponía, dada la difícil situación de la Iglesia en esa época con una Reforma Protestante en marcha. Su piedad y fidelidad a la Iglesia le decidiría a aceptar la elección, pese a que su carácter humilde le hacía dudar de su propia idoneidad.

Una epidemia

Este pequeño resumen biográfico de Adriano VI, no tendría un especial interés para nuestra ciudad, a no ser por un hecho, poco conocido y menos comentado: su estancia en Zaragoza, ya como Pontífice, durante dos meses en ese año 1522.

Una vez convencido por los emisarios vaticanos de su nombramiento, decidió trasladarse a Roma sin dilación, pese a que se lo desaconsejaban, por haber entonces en la ciudad una epidemia, e inició un largo viaje de seis meses, que le llevaría a Roma para su coronación.

Pasó por Tudela, donde se detuvo 2 días y recibió allí los honores del Virrey de Navarra. Siguió por Mallén y llegó a Pedrola, donde fue huésped del Conde de Ribagorza, cuya esposa acababa de alumbrar una hija, que fue bautizada por el Papa con el nombre de Adriana.

Desde Zaragoza salió a su encuentro el Virrey de Aragón con espectacular séquito de trompetas y estandartes reales. Entró el 29 de marzo en la ciudad, donde se le había preparado el Palacio de la Aljafería, situado entonces extramuros.

Su primera visita a la ciudad la efectuó el 4 de abril, concretamente a la Catedral del Salvador (La Seo). Su llegada provocó una inmensa afluencia de gentes de todos los lugares ansiosas de ver al Papa, que hacían difícil el paso por las estrechas calles de la ciudad.

Su primera visita a la ciudad la efectuó el 4 de abril, concretamente a la Catedral del Salvador (La Seo)

Una vez en el palacio, inició una intensa actividad administrativa y diplomática. Recibió embajadores de Inglaterra, Portugal, Saboya, y dignatarios y peticionarios de todas las naciones de Europa. Durante este periodo emitió un Breve Pontificio, que tiene prácticamente el carácter de Bula. La 'Omnimoda' sentaría los principios de la obra de evangelización de España en América.

Para nosotros, los zaragozanos, son interesantes sus visitas al Pilar, La Seo y el Monasterio de Santa Engracia, donde veneró las reliquias de los mártires. Pero, sobre todo, es digno de recuerdo el Domingo de Ramos, en que desde la torre del Trovador, bendijo las palmas y dio la bendición Urbi et Orbi a una inmensa multitud, reunida en la plaza de la Aljafería.

Partió de Zaragoza pasando por Pina, Caspe y Fabara y llegó a Tortosa, donde el día del Corpus presidió la procesión, aunque aquí no suscitara el entusiasmo y fervor que le mostró el pueblo zaragozano. Llegó a Roma por barco para su coronación el 28 de agosto de 1522.

Incomprensión

Su pontificado, lleno de esperanzas, se truncó pronto, sin que pudiera llevar a cabo sus planes de reforma vaticana y eclesiástica, que le valieron la incomprensión y el desapego de la Curia y del pueblo romano, que no llegaron a identificarse con su Papa. Murió, tras una breve enfermedad, el 14 de septiembre de 1523.

La conferencia episcopal holandesa y el Arzobispado de Utrecht han organizado un encuentro por el 500 aniversario en la Catedral de Catalina de Utrecht. También el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz ha programado una serie de actividades conmemorativas que ya han dado comienzo.

¿Deberían también nuestras autoridades eclesiásticas y civiles participar de algún modo en este quinto centenario del Papa Adriano VI, que convirtió nuestra inmortal ciudad en Sede Papal durante dos meses?.