Absorbidos e indignados por la invasión y la guerra injustas de Ucrania resulta muy complicado escribir hoy algo. No obstante, hay que seguir hablando de temas de aquí, haciendo una breve incursión en nuestra historia para reflexionar sobre el presente

Fernando VII el 2 de abril de 1808 publicó un decreto condenando la malignidad de quienes lucharan contra los franceses. Tras la marcha de toda la familia real a Francia siguiendo los designios de Napoleón, las escenas que tuvieron lugar en Bayona fueron de una abyecta bajeza, cediendo tanto Carlos IV y Fernando VII todos sus derechos el emperador francés. Luego Fernando, su hermano Carlos y su tío Antonio marcharon a su cautiverio de Valençay, donde mostraron las más repulsivas pruebas de su vileza moral. Fernando felicitaría a Napoleón por sus victorias militares sobre los españoles. Más tarde le escribiría: «Mi gran deseo es ser hijo adoptivo de S.M. el emperador, nuestro augusto soberano. Yo me creo digno de esta adopción, que sería, verdaderamente la felicidad de mi vida, dado mi amor a la sagrada persona de S.M.I. y R». El mismo Napoleón se sorprendió de tal servilismo. Como señaló Josep Fontana: «No merece la pena dedicar más tiempo a estos personajillos y a sus miserias, la historia de España discurría en estos momentos muy lejos de los salones de Valençay, donde Fernando y su tío Antonio entretenían sus ocios en labores de aguja y bordado».

32.000 bombas

Como en Zaragoza, donde se sufría el segundo Sitio por parte del ejército napoleónico, entre el 20 de diciembre de 1808 y 20 de febrero de 1809. Según el libro de Daniel Aquillué 'Guerra y Cuchillo. Los Sitios de Zaragoza 1808-1809': «Vino la derrota, con una ciudad sobre la que cayeron más de 32.000 bombas, con todas sus edificaciones convertidas en escombros y con dos de cada tres "paisanos» muertos en la batalla, más de 60.000 defensores fallecidos. Los franceses minaron una a una las manzanas de la ciudad, algo que hacían público en la prensa y que provocaba la estupefacción de los lectores franceses. Qué clase de guerra era esa en la que había que hacer saltar por los aires manzanas enteras de casas de gente corriente. Los barrios de Santa Engracia y la Magdalena sufrieron esto especialmente, quedando devastados en escenas verdaderamente desoladoras».

¿Fernando VII El Deseado felicitó también por un hecho tan dramático para los zaragozanos? Cabe pensar que desconocían el comportamiento de su Rey, por el recibimiento triunfal que se le hizo en Zaragoza, según cuenta la historiadora María del Carmen Abad Gimeno en su artículo 'La entrada de Fernando VII en Zaragoza': «El día 6 de abril de 1814, miércoles Santo, a las tres de la tarde entró en Zaragoza S. M. el Rey Fernando VII; en un carruaje descubierto, en compañía de su hermano D. Carlos y de los generales duque de San Carlos y D. José de Palafox… El carruaje del Rey era «tirado por cincuenta paisanos, vecinos de esta Ciudad, elegidos entre sus heroicos defensores; veinticuatro doncellas hijas de algunos ciudadanos de los muchos que se distinguieron en los dos célebres sitios, tiraban otras tantas cintas pendientes del mismo carruaje: todo esto precedido de parejas, danzas pastoriles y otros obsequios».

Y como último ejemplo de su patriotismo, su carta –en medio de la guerra de Ucrania– dirigida a su hijo en la que manifiesta haber decidido «continuar residiendo de forma permanente y estable en Abu Dhabi»

«Al grito de ¡Vivan las caenas! ¡Muera la nación!, algunos madrileños recibieron a Fernando VII. En la calle Toledo, un grupo desenganchó los caballos de su carruaje para engancharse ellos mismos». El cambiante pueblo español, siempre tan presto a desperdiciar con prisa lo conquistado, lo difícilmente conquistado, se aprestó sin empacho a cambiar el «Viva la Pepa» por el «Viva las caenas». Hecho repetido en ocasiones posteriores.

Si tirar del carruaje del Rey, cual costaleros, es ignominioso, no lo es menos, tras el carpetazo de la Fiscalía del Tribunal Supremo a las investigaciones al Emérito, el tuit en la cuenta oficial de las nuevas generaciones del Partido Popular: «En fila de uno para pedir perdón», acompañado de una foto del monarca. ¿Nos enganchamos de nuevo al carruaje? ¿Ignoran las ya conocidas actuaciones del Emérito? Incorporo una nueva. La carta dirigida por Juan Carlos I al Sha de Persia el 22 de junio de 1977 y que fue enviada desde la Zarzuela. En ella solicitó diez millones de dólares como contribución personal para apoyar a la UCD de Suárez, ante el temor del triunfo de los socialistas y así fortalecer la monarquía.

Cuestión fiscal

Y como último ejemplo de su patriotismo, su carta –en medio de la guerra de Ucrania– dirigida a su hijo en la que manifiesta haber decidido «continuar residiendo de forma permanente y estable en Abu Dhabi», aunque viajará «con frecuencia» a España. Según, Raúl Burillo, es una mera cuestión fiscal. Como ya tiene la residencia fiscal fuera de España, de lo que se trata en no recuperar la española. ¿Cómo? Haciendo cortas visitas a España, sin superar 183 días al año. Así terminan sus problemas fiscales en España y en todo el mundo.

De verdad, los españoles tenemos más paciencia que el Santo Job. ¿Hasta cuándo vamos aguantar esto? Por supuesto, algunos no solo aguantan carros y carretas, sino que se enganchan a los carruajes reales. Por ello, mientras escribo estas líneas, me viene a la memoria el libro de Étienne de La Boétie 'El discurso sobre la servidumbre voluntaria', cuya tesis fundamental es que hay hombres que escogen por gusto propio la sumisión, la humillación y la indignidad.

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