El Periódico de Aragón

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CRUCE DE CAMINOS

Ricardo Barceló

Aragón y la falta de autoestima

El complejo de inferioridad que tradicionalmente ha perseguido a los aragoneses comienza a esfumarse en los últimos años

Jóvenes en un centro de formación profesional Jaime Galindo.

Los aragoneses solemos tener la mala costumbre de ir con el freno de mano echado. O al menos así ha sido históricamente. Nunca hemos sido amigos de hacer mucho ruido, ni de incomodar. Tampoco nos ha gustado alardear aunque tuviéramos más de un millón de razones para ello. Cuando hemos destacado por algún logro lo único que se nos ocurre es ponernos frente al espejo y pensar incrédulos: «¿he sido yo?». También somos muy dados a hurgar en nuestra propia herida sin necesidad y amplificar el eco de las derrotas y los fracasos que, en definitiva, nunca son tales. Los aragoneses, en definitiva, tenemos muchas virtudes pero un defecto principal, la falta de autoestima. 

Los aragoneses tenemos fama de ser testarudos (cabezones, vaya), aunque la realidad demuestre que si hay algo que nos ha definido históricamente ha sido nuestra flexibilidad, la capacidad de adaptación al cambio, la cercanía y el diálogo. Estas herramientas son las que nos han permitido afrontar dificultades y esquivar contratiempos. En realidad, nada es lo que parece y el tradicional retrato robot que dibujamos quienes habitamos esta comunidad dista mucho de lo que, en esencia, somos. 

Si hay algo que nos ha definido históricamente ha sido nuestra flexibilidad, la capacidad de adaptación al cambio, la cercanía y el diálogo

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Lo sucedido en las últimas temporadas con el Real Zaragoza ahonda más en la herida de esa falta de autoestima (en este caso no sin razón). Esta próxima temporada se cumplirán diez años en Segunda División, una década que culmina con un cambio de accionariado y que cierra una etapa para olvidar. La frase «todo para el pueblo pero sin el pueblo», que tiene su origen en el despotismo ilustrado, define a la perfección lo que ha sido el club en los últimos años. Porque hay un abismo entre quienes lo han representado y sus aficionados. El nuevo presidente del Real Zaragoza, Jorge Mas, y el resto de miembros del consejo de administración deberían tomar nota de estos años en blanco y negro y grabarse a fuego que el éxito del club pasa por lo que en realidad queremos los zaragocistas: el respeto al escudo y al espíritu colectivo, la transparencia, la honestidad y el sentido común a la hora de gestionar un equipo histórico. Mal harían los nuevos inversores si se dejaran guiar por el poso de lo que todavía queda en ese consejo de tiempos pretéritos.

La tradicional falta de autoestima de los aragoneses también tiene una justificación demográfica y política, aunque afortunadamente ese complejo de inferioridad que siempre nos ha perseguido comienza a esfumarse. Una prueba de ello es la batalla por la organización de los Juegos Olímpicos de invierno en 2030. El Comité Olímpico Español (COE) y Cataluña dieron por hecho que Aragón jugaría ese rol secundario al que les teníamos acostumbrados. Intentan sacar adelante un proyecto hecho a su medida, pero que pertenece a una cordillera, a sus gentes y que exige colaboración y respeto. Pero esta vez no les ha salido según lo previsto. Aragón ha dibujado líneas rojas que, según defiende el presidente Lambán, serán infranqueables. La unidad sin fisuras exhibida por la DGA, los alcaldes, las estaciones y la patronal es un buen punto de partida para reivindicar lo justo. Quizá no haya Juegos Olímpicos, pero tan importante como ese proyecto es que nadie vuelva a tener la tentación de jugar con las expectativas y las ilusiones de los aragoneses. 

El Comité Olímpico Español (COE) y Cataluña dieron por hecho que Aragón jugaría ese rol secundario al que les teníamos acostumbrados

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La economía también ha contribuido a reforzar nuestra autoestima en los últimos años. Desde que Inditex eligió la Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza) y descartó Cataluña como destino de su gran centro de distribución textil a medio mundo muchas cosas han cambiado. Ese fue uno de los hitos que permitió creer en los grandes activos de esta comunidad. Desde la logística al turismo, pasando por el potencial energético, la industria y la agroalimentación, Aragón se ha demostrado a sí mismo que es posible avanzar sin complejos y hoy está en el punto de mira de los inversores. Eso sí, tiene como asignatura pendiente saberse vender dentro y fuera de sus fronteras. Quererse y demostrarlo. Ser tenaz en esta meta. No es tarea fácil, pero se van dando pasos sin mirar atrás. Solo hay que quitar el freno de mano y subir esa autoestima de una vez.

*Subdirector de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

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