El Periódico de Aragón

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Carmen Bandrés

Sedimentos

Carmen Bandrés

Malos humos... ajenos

Nadie duda hoy de los efectos perniciosos del tabaco; de hecho, conscientes del perjuicio que supone, son legión quienes han conseguido liberarse del vicio para optar a una más que clara mejoría de su estado físico general, además de reducir de forma notable la probabilidad de padecer un cáncer de pulmón. Llegados a este punto, no cabe sino bendecir la fructífera labor desempeñada por los profesionales de la salud, tanto en lo que se refiere a sus advertencias acerca de los peligros del tabaquismo y la bondad de abandonar la dependencia, como por su ayuda para conseguirlo de forma práctica y funcional.

Respecto a lo que atañe a los efectos nocivos del tabaco, cada día surgen nuevos estudios que lo relacionan con toda clase de dolencias; en particular con las enfermedades cardiovasculares y pulmonares, pero también se hace evidente su incidencia perniciosa sobre casi cualquier órgano de nuestro cuerpo. Los avances en la investigación certifican así mismo la peligrosidad a la que se expone no solo el fumador, sino cualquier persona en su proximidad, transfigurada de tal manera en lo que se conoce como fumador pasivo.

El humo no conoce fronteras y se cuela sin pedir permiso en el aparato respiratorio de las personas más sensibles y vulnerables ante la nube tóxica. De ello no se salvan determinados espacios públicos, incluso al aire libre, si la vecindad con el fumador es ineludible. Quizá no se pueda negar a nadie el derecho a auto infligirse daño, pero sí es incuestionable su obligación de respetar la salud ajena. Eso incluye zonas como terrazas, jardines, playas o cualquier ámbito donde pueda producirse una concentración humana que implique proximidad y, por tanto, notoria amenaza de contaminar el aire respirado por quien no tiene por qué sufrir las consecuencias de los malos humos ajenos.

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