Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Saúl Esclarín

La cultura no sirve para nada, solo nos ayuda a vivir

La mutilación de libertades fundamentales acecha y la cultura es una trinchera para un mundo mejor

Febrero de 2018. El compositor Fernando Velázquez, al recibir el Goya por la música original de Un monstruo viene a verme, incluyó un agradecimiento especial a la escuela de música de su pueblo. Este hecho, que seguramente pasó totalmente desapercibido entre las personas que ocupaban las butacas del auditorio madrileño, significó mucho más que un homenaje a su municipio. El autor puso en el centro de su discurso el objeto que debería tener cualquier política pública en materia cultural: el fomento real y radical del acceso a la cultura independientemente de cualquier circunstancia social y económica, el impulso de la participación de la ciudadanía en la vida cultural de su comunidad y la necesidad de generar espacios de relación donde las personas pudieran ejercitar libertades creativas produciendo y haciendo cultura.

El músico, al fin y al cabo, habló de los derechos culturales de la ciudadanía en uno de los eventos más importantes de la industria cultural audiovisual. Lo industrial y lo común son vasos comunicantes que es necesario reequilibrar para que la cultura ocupe un lugar central en la vida de las personas y sea tenido en cuenta desde las políticas públicas. Pero, ¿cómo? Fácil, usando las herramientas que nos proporciona nuestra propia democracia sobre la base del consenso y de la decidida defensa de lo público y de los bienes comunes.

Tenemos una sociedad que no es igualitaria en cuanto la protección de derechos fundamentales, y los culturales lo son. Y tras la pandemia, y en medio de esta crisis bélica, medioambiental y energética, esta brecha avanza sin rubor alguno enseñando las vergüenzas de un sistema que no trata a todas las personas de la misma manera. Tampoco lo estamos haciendo bien con respecto a la protección de las libertades individuales, y las creativas lo son. Una sociedad que se caracteriza por las desigualdades en materia de derechos y libertades es una sociedad imperfecta, injusta y con unos niveles democráticos que deberíamos recalibrar urgentemente. Tenemos que centrar nuestra mirada en la equidad social. Los derechos culturales no se han visto como derechos fundamentales y es hora de reivindicarlos social y políticamente. No habrá igualdad real si no somos capaces de garantizar la participación de todos los individuos en la vida cultural, eliminando las desigualdades provenientes del origen y la posición social, la educación, la nacionalidad, la edad, la lengua, el sexo, las convicciones religiosas, la salud o la pertenencia a grupos étnicos, minoritarios o marginales.

Es por todo ello que desde Procura pensamos que es urgente que desde el Gobierno de Aragón se promueva una legislación en torno a los derechos culturales con el debate social y político que sea necesario. Porque tener una ley que proteja los derechos culturales será tener un paraguas normativo que concrete los derechos de acceso de las personas a las distintas manifestaciones culturales, construyendo así un marco general válido para todos aquellos sectores y ámbitos donde esos derechos se puedan desarrollar. Además, es la mejor manera de cumplir con el tan manido –y no siempre respetado– artículo 44.1 de nuestra Constitución que dice aquello de «los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho».

Dice el poeta y traductor catalán Francesc Parserisas que «la cultura no sirve para nada, solo nos ayuda a vivir». Y tiene razón. Sin la protección, sin el fomento y sin el desarrollo de los derechos culturales de la ciudadanía no podremos aspirar a construir una sociedad más igualitaria, más cooperativista, más inclusiva, más diversa, más justa, más feminista, más sostenible, más crítica, con mayor capacidad de transformación social y de resiliencia, y que mejore la vida de las personas. Además, tenemos a nuestro alcance la posibilidad de abordar desde la cultura cuestiones cruciales para el futuro de nuestra comunidad como la vertebración del territorio, la lucha contra la despoblación, la cohesión social o el crecimiento del tejido cultural como motor de desarrollo. Es el momento, pongámonos en marcha y asumamos la responsabilidad de hacerlo. La amenaza de la mutilación de derechos y libertades fundamentales de las personas está llamando a nuestra puerta y la cultura siempre ha sido una trinchera de resistencia para construir mundos mejores. No dejemos pasar esta oportunidad.

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