El Periódico de Aragón

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Roberto Malo

ALÉGRAME EL DÍA

Roberto Malo

Su calabaza, gracias

Esta semana me han dado más calabazas que en toda mi juventud. Me han dado calabazas de chocolate, «para los chicos», me decían, y por la buena pinta que tenían tal vez no les llegarían finalmente. Me han regalado chuches con forma de calabaza. «Para que puedas hacer el truco o trato. ¿Hay trato?». «Venga», asentía educadamente. Me han dado cestas con forma de calabaza. «Para llevar los chuches». Me han dado calabazas de las de verdad, unas talladas y otras sin tallar. «Para que saques tu lado artista». Me han dado guirnaldas y platos con forma de calabaza. «Para decorar la casa». En cuanto entraba en cualquier comercio, escuchaba una voz con cierto timbre metálico que me decía: «Su calabaza, gracias». Y no he dejado de ver carteles con dibujos de calabazas por todas partes. Igual esto de Halloween se nos está yendo un poco de las manos. A ver, a mí siempre me han gustado las calabazas, no tengo nada contra ellas. Recuerdo hace varios años contar cuentos en Trasmoz, de noche, al lado del cementerio, y ver las calles iluminadas únicamente por calabazas con velas en su interior resultaba encantador. Pero ahora todavía quedan unos días para Todos los Santos y ya tengo el cupo de calabazas cubierto. Mi hijo se va a disfrazar de calabaza. Mi hija se va a disfrazar de bruja, vale, pero con veinte adornos de calabazas. Y esta semana he vuelto a tener un sueño que no tenía desde la infancia: iba a concursar al Un, dos, tres, y hacía todo lo posible y lo imposible para llevarme al huerto a la Ruperta. Al despertar, sudoroso y temblando porque me había tocado un apartamento en Torrevieja, descubría en el espejo que mi cabeza tenía forma de calabaza. Parecía Mervin Pumpkinhead, el espantapájaros con cabeza de calabaza de Halloween de The Sandman. Qué pesadilla calabacil, madre mía.

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